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La educación es capaz de vencer los conflictos

shake-hands-small-300x230Todos somos diferentes, y aunque aceptamos y celebramos las diferencias, siempre pueden surgir desacuerdos. La revista IB World explora cómo los docentes pueden ayudar a sus alumnos a comprender los conflictos.

Martin Luther King Jr. dijo una vez: “Las guerras son cinceles mezquinos para forjar un mañana de paz”. Según las Naciones Unidas, los conflictos provocaron el desplazamiento de casi 60 millones de personas en 2014, lo que representa el mayor éxodo que ha registrado el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

La educación puede desempeñar una función fundamental para evitar los conflictos. La organización benéfica internacional Save the Children declaró que cada año de escolarización formal para un niño varón reduce en un 20 % el riesgo de que se involucre en un conflicto. Y la pobreza, un catalizador habitual de las guerras, también se puede reducir a través de la educación. Un estudio de 2006 llevado a cabo por Save the Children reveló que un sistema educativo eficaz podría aumentar el salario mínimo en un 10 %. Global Partnership for Education calcula que 171 millones de personas podrían salir de la pobreza si se enseñaran habilidades de lectura básicas a los niños de familias de escasos recursos.

Herramientas de los docentes

La enseñanza sobre los conflictos también puede ayudar a los niños a entender el mundo. Bernie Mayer ha escrito numerosos libros sobre conflictos y es profesor de Resolución de conflictos en el Werner Institute de la Universidad Creighton de Nebraska (EE. UU.). Su recomendación es que los profesores discutan los conflictos como un concepto más amplio, en lugar de incorporarlos de manera forzada en una unidad independiente.

“Los conflictos son una parte básica de nuestra comprensión del mundo”, afirma.

“Cuando estudiamos historia, básicamente estamos estudiando la historia de los conflictos. Cuando estudiamos psicología, estamos estudiando fases del desarrollo que, en última instancia, están relacionadas con el conflicto que uno tiene consigo mismo. Es importante no tratar los conflictos de manera aislada. En realidad, forman parte de todo”.

Bart Miller, maestro del PEP del K. International School Tokyo de Tokio (Japón) está de acuerdo. Cree que enseñar a los alumnos que los desacuerdos son, con frecuencia, una parte natural e incluso inevitable de la vida diaria es fundamental para su desarrollo. “La mayoría de los conflictos se producen cuando las partes implicadas interactúan entre sí para negociar sus intereses mutuos u opuestos”, afirma. “Estas oportunidades permiten practicar la comunicación, conocer a la otra persona y reflexionar para comprender mejor nuestras propias necesidades y motivaciones”.

Miller ha integrado activamente la enseñanza de la resolución de conflictos en el programa de estudios. “He diseñado actividades de indagación para practicar la empatía cognitiva a través de diferentes estrategias: destacando el papel de los conflictos en la literatura, utilizando el teatro a través de actividades de simulación (role-play), interpretando fotografías de varios tipos, causas y consecuencias de conflictos y animando a los alumnos a compartir y defender puntos de vista opuestos”, explica.

“Las actividades en las que los alumnos investigan y defienden una opinión que no comparten, una técnica de debate habitual, son especialmente eficaces”.

“También he diseñado actividades musicales para examinar la armonía que se produce al equilibrar cuidadosamente la consonancia (que representa la paz) y la disonancia (que representa el conflicto)”, añade.

Cómo manejar los conflictos en clase

Existen varias herramientas que los docentes pueden utilizar para ayudar a los alumnos a manejar los conflictos. La comunicación no violenta, un estilo de diálogo desarrollado durante la década de los sesenta por Marshall Rosenberg, se centra en el uso de la empatía y la sinceridad para promover la comprensión y manejar eficazmente los desacuerdos. Se basa en la premisa de que la violencia solo se produce cuando las personas no comprenden las necesidades de los demás ni empatizan con ellas.

Al mismo tiempo, la escucha activa requiere que el receptor repita al emisor una versión parafraseada de su mensaje para garantizar que ambas personas comprenden perfectamente lo que se ha dicho. De nuevo, al promover el entendimiento, este método reduce enfrentamientos innecesarios.

Pero hay una táctica concreta con la que Mayer está totalmente en desacuerdo. “Lo que en ocasiones me preocupa es que los docentes adopten un enfoque de ‘libro de cocina’”, afirma. “Este enfoque consiste en aconsejar a los alumnos que, si siguen una serie de instrucciones, todo se solucionará. Personalmente, no creo que esa táctica funcione demasiado bien”.

“Lo que sí funciona es enseñar a los alumnos que tienen derecho a sentir y decir lo que piensan. No obstante, han de hacerlo de manera que se respete el mismo derecho que tienen los demás”.

“Tenemos necesidades que no siempre son compatibles con las de los demás, y debemos hacer lo posible para intentar comprender, expresar y defender nuestras necesidades, al mismo tiempo que respetamos las de los demás. En el proceso, sin embargo, habrá ocasiones en que uno quiera cosas diferentes de las que quieren los demás. Es la naturaleza de la condición humana”.

“La comprensión de los conflictos también es importante para cultivar la mentalidad internacional y una parte de la misión y el perfil de la comunidad de aprendizaje del IB”, añade Miller. “El IB tiene como objetivo fomentar entre sus alumnos la idea de que ‘otras personas, con sus diferencias, también pueden estar en lo cierto’”, afirma.

¿Tiene alguna reflexión o idea que desee compartir sobre este tema? Escriba a editor@ibo.org.

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