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Desconexión y procrastinación: indagamos en las profundidades de la inactividad


Hemos invitado a un grupo de graduados del Diploma Programme (DP) a que reflexionen sobre sus estudios y su vida. Esta es la segunda historia de Byron Dolon, uno de nuestros autores colaboradores en la serie. Obtenga más información sobre la red de exalumnos del IB en ibo.org/es/alumni.


Contribución de Byron Dolon

Aprendí el concepto de “desconexión” durante mis últimos años de secundaria. Pasó de ser otra forma de decir “no me apetece hacer los deberes” a “voy a tomarme un descanso para despejarme”.

Desconexión y procrastinación. Aunque pueden considerarse sinónimos, para mí tienen un significado esencialmente diferente. La procrastinación suele tener connotaciones negativas. En esta categoría se incluirían esos 30 minutos que dedicamos a mirar nuestro Facebook en lugar de estudiar para un parcial. Pero yo he desarrollado una actitud diferente en lo que respecta a la postergación del trabajo. En lugar de hacer actividades sin sentido para ocupar el tiempo que no dedicamos al trabajo, debemos utilizar el tiempo improductivo de forma productiva a través de la desconexión.

La productividad se suele asociar a la ejecución de tareas relacionadas con los estudios y el trabajo, pero su definición más genérica hace alusión a la idea de lograr o producir una cantidad significativa de algo. Para todos, el objetivo del tiempo que no se dedica al estudio es disfrutar. En relación con este objetivo, la productividad consistiría en lograr un alto nivel de disfrute a través de algo. Ese algo se encuentra en la procrastinación o la desconexión. Ambas tienen el poder de proporcionar cierto tipo de felicidad. Sin embargo, la desconexión es una decisión consciente de hacer algo que nos hace felices en lugar de trabajar. La procrastinación consiste simplemente en demorar las tareas del colegio ineludibles con actividades banales y repetitivas, que se realizan sin una intención expresa de postergar el trabajo.

Un momento de desconexión típico para mí sería una partida de League of Legends con un amigo, en lo posible con un vaso de Milo bien frío y música electrónica a todo volumen de fondo. Dista bastante de la procrastinación, que puede consistir en mirar un artículo tras otro de BuzzFeed o fotos de Instagram.

La diversión que obtengo con un videojuego no tiene punto de comparación con las carcajadas ocasionales que me reporta BuzzFeed. La diferencia entre las dos actividades es que BuzzFeed tiende a ser una respuesta pasiva al trabajo que hay que hacer. La procrastinación implica saber que debemos estar haciendo algo, incluso querer terminarlo, pero sin la intención expresa de postergarlo. Podemos quedar atrapados en un bucle de procrastinación interminable porque, dada su naturaleza infinita, es fácil pensar eso de “cinco minutitos más”. Sin embargo, las partidas de League of Legends tienen una duración fija, y terminan en victoria o derrota. La descarga de adrenalina que provoca el juego en equipo de alta velocidad y los gritos que siguen a cada batalla es lo que hace que disfrute tanto de cada partida. Aquí vemos una diferencia: yo elijo jugar la partida y sumergirme en otro mundo durante media hora. Y aunque jugar a League of Legends es una tarea tan “improductiva” (en el sentido académico) como leer los artículos de BuzzFeed, me parece una manera mucho más satisfactoria de pasar mi tiempo libre.

¿Por qué es importante disfrutar del tiempo libre? Las consecuencias de la procrastinación son diferentes del efecto que produce la desconexión por el mero hecho de que con una se disfruta más que con la otra. Después de una partida de League of Legends, independientemente del resultado, queda la sensación de haber pasado la última hora lejos de los estudios y en un mundo tan fascinante que el paso del tiempo es imperceptible. Después de pasar un rato mirando Facebook, queda la sensación de haber perdido la última hora, porque las redes sociales suelen consistir en un flujo infinito de actualizaciones personales y artículos pensados para captar clics. Al haber perdido la última hora, no parece adecuado volver inmediatamente al trabajo, así que quizás se necesite una hora más. Sin embargo, cuando una hora se aprovecha bien, es mucho más probable que estemos motivados para volver al trabajo, pues sabemos que hemos dedicado tiempo a la diversión personal. Esta es la diferencia entre la desconexión y la procrastinación. La desconexión no solo reporta más diversión, sino que también aumenta la productividad al retomar el trabajo.

La desconexión es mucho más que procrastinar, y mucho más que una forma de pasar el tiempo libre. La desconexión es, aunque suene a tópico, una forma de vida. Es una filosofía que dicta la forma en que invertimos esa parte tan importante del día en la que no estamos trabajando. Si hacemos lo que muchos hacen y nos dejamos caer inconscientemente en los brazos de Facebook, seguro que pasaremos más tiempo sin trabajar y aun así no estaremos tan satisfechos con nuestro tiempo libre como alguien que pasa menos tiempo sin trabajar pero lo invierte en desconectarse, en lugar de procrastinar.

Dicho esto, mi consejo es elegir cualquier cosa que nos guste hacer en nuestro tiempo libre. Así seremos más felices, siempre y cuando comprendamos que lo bueno, si breve, es dos veces bueno. Aprovechemos el tiempo improductivo en algo productivo.

 


Byron Dolon obtuvo el diploma del IB en el Shanghai American School (China). Actualmente estudia en la Universidad Erasmo de Róterdam (Países Bajos). ¿Tiene alguna buena historia que contar? Escriba a alumni.relations@ibo.org y obtenga más información sobre la red de exalumnos del IB en ibo.org/es/alumni.