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Los programas del IB despertaron mi creatividad

¿Cómo los programas del IB consiguen despertar la curiosidad, la creatividad y la confianza en sí mismos de los alumnos? Fatima Sul se incorpora este año a nuestro equipo de exalumnos colaboradores de 2018 para compartir su experiencia como graduada del Programa del Diploma (PD).

Contribución de Fatima Sul

Desde que tengo uso de razón, me han dicho que el colegio está ahí para cultivar nuestras habilidades, no para reprimirlas. Sin embargo, no siempre lo he visto así. Con demasiada frecuencia escuchaba a amigos míos lamentándose de lo aburridos que eran los trabajos que teníamos que hacer o de las reprimendas recibidas por haberse tomado licencias artísticas. Yo misma me he sentido frustrada por las limitaciones de las instrucciones de los proyectos. Y aunque comprendo que los currículos están para seguirlos, muy a menudo no nos permiten demostrar nuestra individualidad u originalidad.

“No sé si era por el contenido del curso en sí o por la manera de enseñar de mi profesor, pero era la primera vez en mucho tiempo que me entusiasmaba la idea de ir a clase”.

Esta idea de homogeneidad académica no tardó en convertirse en la norma en mi vida académica: todos hacíamos lo mismo. Esas riendas no se soltaron hasta que llegué al segundo ciclo de secundaria, en parte gracias a mi etapa en el Programa del Diploma (PD). En el segundo ciclo de secundaria es cuando uno explora y crea su propia identidad, y yo pude ver los cambios que estaba experimentando personalmente reflejados en el trabajo que hacíamos. Las discusiones se convirtieron en algo habitual en mis clases del PD y en ellas no solo tenía la oportunidad de conocer diferentes opiniones, sino que también podía formarme la mía. A medida que avanzaba el programa, las instrucciones de los trabajos eran cada vez más breves y mucho más abiertas. Recuerdo perfectamente un proyecto en el que teníamos que crear una interpretación creativa de la novela de Dickens Grandes esperanzas. No hubo dos proyectos iguales y todos ellos demostraron la diversidad de nuestra clase y cómo cada persona interpreta las obras clásicas.

Una clase que tuvo un profundo impacto en mi desarrollo académico fue Teoría del Conocimiento (TdC). No sé si era por el contenido del curso en sí o por la manera de enseñar de mi profesor, pero era la primera vez en mucho tiempo que me entusiasmaba la idea de ir a clase. La clase era bastante abstracta y planteaba muchas preguntas en torno al pensamiento acerca del pensamiento, pero siempre entablábamos conversaciones estimulantes y podía aplicar lo que había aprendido en mi vida cotidiana. Tenía que reflexionar largo y tendido sobre mis propios sistemas de creencias y preguntarme de dónde venían exactamente esas creencias. Nunca antes me había enfrentado a un desafío similar. ¿Eran realmente pensamientos míos, los había heredado de mis padres y compañeros o estaban basados en las ciencias y las matemáticas?

“La omnipresencia de la clase en mi vida extraescolar daba fe de que lo que aprendemos debe hacernos pensar y acompañarnos en nuestra vida real”.

Durante mucho tiempo sentí que me enseñaban, pero rara vez me pedían que reflexionara sobre lo que me estaban enseñando. TdC era una bocanada de aire fresco en medio de la monotonía habitual del colegio. El curso me dejó con muchas más preguntas que respuestas, pero eso no fue culpa mía ni del profesor. El curso me seguía fuera del colegio y me acompañaba cuando leía artículos y noticias. De repente, me veía buscando sesgos en las historias y preguntándome qué áreas de conocimiento había utilizado el autor para justificar sus opiniones. ¿Estaba siendo objetivo o subjetivo con respecto a los hechos? La omnipresencia de la clase en mi vida extraescolar daba fe de que lo que aprendemos debe hacernos pensar y acompañarnos en nuestra vida real.

La lección más importante que aprendí fue que no se debe pedir permiso para aprender de manera autónoma. El aprendizaje no está restringido, ni debería estarlo nunca, a las cuatro paredes de un aula; puede producirse en cualquier momento. Con demasiada frecuencia, el conocimiento se considera como algo que obtenemos a través de los libros de texto y que termina una vez que pasamos la página. Sin embargo, en realidad es un continuo que nunca termina. Sinceramente creo que el PD me ha proporcionado las herramientas necesarias para emprender la segunda parte de mi experiencia de aprendizaje, tanto en la universidad como en etapas posteriores. Estoy deseando ver qué me deparará esa experiencia.

Fatima Sul es una graduada del IB canadiense y actualmente estudia un grado en gestión empresarial en la universidad. Fatima se enorgullece de su pasión por la literatura e intenta leer todo lo que cae en sus manos, excepto las novelas distópicas apocalípticas. (Si quiere un buen susto, cree que es suficiente con encender la televisión y sintonizar cualquier canal de noticias).

Su amor por los libros la ha animado a ponerse a prueba como escritora. Su proyecto actual es una compilación de ensayos personales que espera publicar en el futuro. Cuando no está refugiada en la biblioteca de su universidad intentando memorizar coeficientes contables, le gustar ir a una biblioteca local a leer novelas para jóvenes.

Para obtener información sobre la red de exalumnos del IB, visite ibo.org/es/alumni y lea las historias de exalumnos destacados que hemos publicado con motivo de nuestro 50.o aniversario para descubrir la trayectoria académica y profesional que han seguido otros alumnos.