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¿Deberían suprimirse los exámenes?

En la era digital, la capacidad de memorizar contenidos ya no es tan importante. Por eso, se ha empezado a cuestionar el papel de los exámenes. En este artículo, discutiremos el futuro de estos.

“Los exámenes no evalúan habilidades, sino que se limitan a ofrecer una instantánea del conocimiento que un individuo ha sido capaz de retener en ese momento”, escribió Peter T. Howe, director del UWC Atlantic College del sur de Gales (Reino Unido), en un artículo para Tes (en inglés) el pasado mes de agosto.

Afirma que los exámenes son una práctica obsoleta que causa un estrés innecesario a los alumnos. “Antes de la llegada de Internet, la capacidad de retener y aplicar la información palabra por palabra era necesaria. Hoy en día, se puede acceder a todo ese conocimiento con un solo clic”.

¿Puede un examen de unas horas reflejar realmente lo que se ha aprendido en dos años? “Para triunfar en el mundo real no es necesario memorizar datos; lo que importa es la visión, la resolución de problemas, la funcionalidad, el realismo, la comunicación, el compromiso, el trabajo en equipo y el desarrollo de comunidades”, asegura. “Los exámenes, por su naturaleza, no pueden evaluar estas habilidades”.

Sin embargo, Matt Glanville, jefe de principios y prácticas de evaluación del IB, señala: “Aunque la memorización detallada de contenidos tiene menos utilidad en el mundo actual, se puede argumentar que, para enmarcar una búsqueda inicial, es fundamental contar con unos conocimientos amplios”.

La evaluación del IB no se basa en la repetición mecánica de datos, sino en el análisis y la presentación de la información, la evaluación y el desarrollo de argumentos, la resolución de problemas creativa, la comprensión de los conceptos clave y la aplicación de los conocimientos en situaciones de la vida real.

Muchos de los alumnos de Howe estudian el Programa del Diploma (PD). Admite que los exámenes del PD “son, dentro de una mala práctica, la mejor opción”. No obstante, Howe invita al IB a “replantearse las necesidades educativas de los alumnos en el siglo XXI”.

Por qué los exámenes siguen teniendo su valor

Los exámenes siguen siendo un tema en continua revisión, junto con la búsqueda de una experiencia significativa para los alumnos del IB que se preparan para la vida adulta en el mundo.

La supresión total de los exámenes en la educación tal vez no funcione en la vida real ni sea una alternativa equitativa y justa para los alumnos.

Como afirma Glanville: “En la mayoría de los países del mundo, el propósito de la evaluación final es la selección, ya sea para la educación posterior (universidad) o para el mercado laboral. Esto plantea dos problemas: en primer lugar, las calificaciones son exclusivas de cada alumno, lo cual limita el papel del trabajo en equipo; en segundo lugar, es necesario diferenciar entre los alumnos”.

“Hay que considerar si la ‘dedicación’ o el ‘esfuerzo’ son realmente algo que tenga que formar parte de una calificación final. En mi propia experiencia, me esforzaba mucho más para francés que para matemáticas, y pese a eso, mis destrezas lingüísticas en francés son terribles; en cambio, seguí estudiando matemáticas en la universidad. ¿Debería haber obtenido una mejor calificación en francés por el simple hecho de haberme esforzado más? ¿Cómo ayudaría eso a la universidad a decidir de forma justa si ofrecerme una plaza para estudiar matemáticas?”.

Y añade: “Yo animaría a todos a promover unos exámenes más adecuados y significativos, no a suprimirlos por completo. Las evaluaciones no diferencian a los alumnos por su origen, el colegio en el que han estudiado o su vida familiar. En ese sentido, son un buen nivelador. Cualquier alternativa que usemos puede ser una medida menos justa para seleccionar a los alumnos adecuados para futuras oportunidades”.

Evaluaciones adaptadas a la era digital

El IB tiene el compromiso de garantizar que sus exámenes y evaluaciones reflejen de manera justa las habilidades, contribuciones y aprendizaje de los alumnos.

Paula Wilcock, directora en jefe de evaluación del IB, escribió en una publicación de blog el pasado mes de julio: “Nuestros modelos de evaluación para el PD, el Programa de Orientación Profesional (POP) y el Programa de los Años Intermedios (PAI) combinan los trabajos de clase con exámenes sumativos para que los alumnos puedan demostrar cómo aplican sus conocimientos, y dónde y cómo utilizan su criterio. Y a través del aprendizaje-servicio, los alumnos tienen más oportunidades de visibilizar sus habilidades”.

Sostiene que, ahora que nos adentramos en la cuarta revolución industrial, el IB debe continuar evolucionando y nuestras evaluaciones deben preparar a los alumnos para este cambio. “Sus carreras comenzarán en una economía cambiante, así que nos vemos obligados a cuestionarnos continuamente por qué y qué evaluamos”, señala.

Wilcock mencionó que tal vez llegue el día en el que el IB permita usar libros e Internet en los exámenes. Sin embargo, debe encontrar la manera de evaluar cómo se usaría el contenido de Internet.

La tecnología también se encuentra en un punto en el que puede facilitar evaluaciones formativas, interactivas, auténticas y adaptadas al momento en el aula, con comentarios en tiempo real y aprendizaje flexible.

“Los exámenes, particularmente en la era digital, ofrecen la oportunidad de poner a prueba las habilidades de comunicación y resolución de problemas, y lo más interesante, cómo los alumnos responden al recibir información ‘nueva’ mientras trabajan en la pregunta, algo imposible en un examen en papel en el que el alumno solo puede hacer una lectura lineal”, explica Glanville.

El IB ha sido pionero en el uso de la tecnología en la evaluación con la introducción de la evaluación electrónica del PAI en 2016.

El director del departamento de Colegios del Mundo del IB, Adrian Kearney, escribió una publicación de blog el año pasado acerca de cómo el IB consigue que la evaluación siga siendo pertinente gracias a la tecnología. En dicha publicación, sostenía que la evaluación electrónica del PAI “exige a los alumnos ir más allá de la memorización de los contenidos. Solo el 25 % de la evaluación se basa explícitamente en los conocimientos y la comprensión; el resto se centra en la indagación, la comunicación y las habilidades de pensamiento crítico”.

Es necesario seguir revisando la forma en que evaluamos a los alumnos para adaptarla al futuro. “Si el sector de la educación logra seguir el ritmo rápido de los avances tecnológicos que se producen en los hogares y lugares de trabajo, las entidades examinadoras tendrán que colaborar entre sí para comprender y desarrollar modelos de evaluación que permitan medir los que prevemos que serán los aspectos más importantes del mundo en el futuro”, asegura Kearney.