Contribución de Judy Chen
En el primer mes de mi primer semestre en Tufts, una compañera de clase y yo realizamos una presentación para la clase de Español. El tema era la educación y, a medida que íbamos definiendo la orientación que adoptaríamos y los temas que nos interesaba explorar, le pregunté si le parecía adecuado elegir un país de habla hispana para contextualizar la presentación (por ejemplo, la educación en México o la educación en Chile).
Lo pensó por un momento y dijo: “No creo que sea adecuado. Estamos en los Estados Unidos”.
Esto me sorprendió. Pero ella tenía razón: estábamos en los Estados Unidos.
Habiendo recibido 13 años de educación internacional a través del Programa de la Escuela Primaria (PEP), el Programa de los Años Intermedios (PAI) y el Programa del Diploma (PD), rodeada de compañeros y docentes de más de 40 países diferentes, y siendo todos nosotros extranjeros en nuestro país de residencia, me sorprendí de cuán marcada estaba la raigambre estadounidense en Tufts. Mi colegio internacional tenía una identidad predominantemente estadounidense, sí, pero era un colegio internacional. Tufts es un colegio estadounidense que, en algunos aspectos, tiene un sesgo de internacionalismo.
“Me identifico plenamente con la idea de ser ‘internacional’, pero ¿qué significa eso?”.
Más tarde, escuché que otros alumnos internacionales en Tufts —algunos de los cuales habían asistido a colegios internacionales; otros, a colegios locales en sus países de origen— se sienten igualmente sorprendidos por cuán marcada está la identidad estadounidense en los Estados Unidos. En apariencia, son preguntas inocentes: qué idioma se habla en tu país de origen o cómo aprendiste inglés. Por otro lado, está el hecho de que la mayor parte de la educación está imbuida de una mentalidad estadounidense o basada en supuestos relacionados con los Estados Unidos.
Por haber sido educada en un colegio internacional y haber crecido fuera de Taiwán toda mi vida, me resulta sencillo decirlo: soy internacional, me identifico con una identidad internacional y me considero una ciudadana global de mentalidad abierta que, de pronto, se enfrenta a las características marcadamente estadounidenses de los Estados Unidos. Al igual que muchas otras personas, me considero una niña de la tercera cultura: mi hogar está en distintos lugares y vivo diferentes versiones de mí misma en distintas culturas y lenguas. Me identifico plenamente con la idea de ser “internacional”, pero ¿qué significa eso? ¿Cómo puede una sola persona ser internacional?
“Las características marcadamente estadounidenses de los Estados Unidos eran, en realidad, muy similares a mi frustración por la identidad fuertemente taiwanesa de Taiwán”.
Avancemos rápidamente para situarnos tres años más tarde, cuando ingresé en mi último año en la universidad. La reacción inicial a las características marcadamente estadounidenses de los Estados Unidos fue una parte inevitable de mi adaptación a la vida en este país, pero también una excusa para adoptar una actitud despectiva. La frustración que me generaban las características marcadamente estadounidenses de los Estados Unidos era, en realidad, muy similar a la frustración por la identidad fuertemente taiwanesa de Taiwán que había sentido anteriormente.
Recuerdo el entusiasmo que sentía cuando realicé mis primeras prácticas profesionales en Taiwán durante el verano del primer año de secundaria, pero también recuerdo mi sensación de cautela. Lo que más me atemorizaba no era la duda sobre si podría adaptarme o hacer amigos: era que mi ego interfiriera y no me permitiera aprender. Sentía temor ante la posibilidad de que mi ego se identificara con la idea de que por ser “internacional” tenía más que aportar.
Afortunadamente, ese terrible ego nunca se manifestó y ese verano fue uno de los que más disfruté al descubrir la humildad en los principios de la organización y la dedicación de mis compañeros.
Ser un ciudadano global, independientemente de lo que eso signifique, implica mucho más que encontrar otros niños de la tercera cultura que también tengan “experiencias internacionales”: personas que han viajado mucho o hablan varias lenguas, o que no pueden responder fácilmente a la pregunta de dónde está su hogar. Ser un ciudadano global requiere humildad y fascinación para poder aprender de cualquier entorno en el que uno se encuentre y sentirse como en casa dondequiera que uno viva.
“El carácter ‘internacional’ no radica en cuestiones concretas (tarjetas de embarque, colegios internacionales…) ni tampoco consiste en no tener compromisos con ningún país”.
Mi aprendizaje sobre las características marcadamente estadounidenses de los Estados Unidos es una experiencia internacional que me infunde humildad; y lo mismo ocurre con la posibilidad de forjar una mejor relación con Taiwán año tras año. Limitarse a despreciar las características de la fuerte identidad estadounidense de los Estados Unidos por entender que manifiestan una mentalidad estrecha es —justamente— una actitud que demuestra una mentalidad estrecha. El término “internacional” ocupa un lugar intermedio e implica una relación. Puedo encontrar más hogares y relaciones adondequiera que voy, y cultivar el afecto en diferentes lugares y con distintas personas.
“El carácter ‘internacional’ no radica en cuestiones concretas (tarjetas de embarque, colegios internacionales, privilegios para expatriados) ni tampoco consiste en no tener compromisos con ningún país ni con ninguna historia, y despreciar a quienes los tienen”.
Después de tres años de vivir en los Estados Unidos, repetidas veces he sentido fascinación por la identidad estadounidense de este país: es un sentido de lo estadounidense que abarca las dimensiones local y global, y es un lugar que tiene tanta importancia para mí como para criticarlo y considerarlo mi hogar.
Judy se graduó en el Suzhou Singapore International School (China) y está cursando el último año de sus estudios en la Universidad de Tufts, en Medford/Somerville, Massachusetts. Puede visitar su sitio web(en inglés).
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