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¿Cuán influyente es la misión del IB después de 50 años?

Monique Brouillet Seefried fue la presidenta del Consejo de Fundación del IB de 2003 a 2009 y es madre de tres graduados del Programa del Diploma (PD).

Francesa de origen tunecino, creció en Austria, Francia e Italia. Más tarde residió en Alemania junto a su marido, hasta que en 1977 se trasladaron a Atlanta (Estados Unidos), donde se establecieron de forma permanente. Monique obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1985.

Monique cuenta con un doctorado, es plurilingüe y lleva 30 años trabajando en la educación. Ha enseñado geografía e historia en secundaria, y arte islámico y arqueología antigua en la universidad. Fue curadora de las colecciones de arte de Oriente Próximo en el museo Michael C. Carlos, así como fundadora y directora ejecutiva del Center for the Advancement and Study of International Education (CASIE).

Ya en 2014, el por entonces presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos la nombró miembro de la US World War I Centennial Commission, donde está a cargo de las asociaciones internacionales y trabaja en iniciativas estatales y educativas. El Gobierno de Francia le otorgó varias distinciones: las Palmas Académicas, la Orden Nacional del Mérito y, en 2015, la Legión de Honor con el grado de “caballero”.

Le hicimos un par de preguntas a Monique como parte de nuestro 50 aniversario

“Durante toda mi vida he sido una ferviente defensora de la paz, sabiendo que es algo que no es gratuito y que se debe proteger. El primer paso es la educación, y por eso siempre me he sentido muy identificada con la declaración de principios del IB, que aboga por crear un mundo mejor a través de la educación”, afirma.

Así era en 1968 y así sigue siendo ahora.

La declaración de principios del IB ha adquirido más relevancia que nunca, y el trabajo que el IB lleva a cabo con los colegios sigue siendo fundamental.

En su esencia, las cualidades identificadas en el perfil de la comunidad de aprendizaje del IB son de una importancia primordial.

La formación de alumnos solidarios e indagadores que serán ciudadanos del mundo y promoverán la paz global es algo con lo que merece la pena comprometerse, pues influirá de manera positiva en el futuro.

¿Cuál cree que es el mayor impacto que el IB está ejerciendo en el mundo?

Cada uno de nuestros colegios ejerce una influencia positiva diaria en sus alumnos, padres, docentes y comunidades.

Es algo que no debemos subestimar. Con casi 5.000 colegios en 153 países, el IB está marcando una diferencia práctica en la vida de las personas cada día.

En otro plano, estamos preparando a ciudadanos del futuro para el mundo del futuro.

Formamos a personas que adoptan una actitud de aprendizaje durante toda su vida, que demuestran una curiosidad inagotable, que siempre están cuestionando las ideas preconcebidas y que buscan constantemente la manera de mejorar las cosas.

Nuestra ambición es sacar lo mejor de nuestros alumnos y hacer que cada uno desarrolle su mejor versión. Una buena forma de lograrlo es estimular un apetito por la curiosidad que dé lugar a un aprendizaje durante toda la vida.

Y sabemos que esta cualidad es muy atractiva para universidades y empresas, que demuestran su predilección por los graduados del IB.

Pero también es algo que funciona en un plano que no se puede medir directamente: en los aspectos cualitativos de una educación excelente, que trascienden al individuo y afectan a toda una cultura.

¿A qué retos cree que se enfrentará la educación en el futuro?

Para empezar, debemos adaptarnos a los avances acelerados y continuos de la tecnología, los cuales pueden aportar enormes beneficios a la educación: nos permiten establecer conexiones globales, compartir nuestras experiencias positivas, inspirar y recibir inspiración…

La tecnología, como tal, es una herramienta neutra, y es responsabilidad de los educadores enseñar a los alumnos la mejor manera de aprovechar y controlar su potencial, para no acabar siendo controlados por ella.

También es algo que implica importantes desafíos y alteraciones negativas que no hemos hecho más que empezar a comprender. Las manifestaciones racistas, el extremismo religioso radical o el nacionalismo pueden encontrar y movilizar masas globales fácilmente.

El segundo reto, que está relacionado con el primero, tiene que ver con el globalismo. Al fin y al cabo, es un fenómeno generado por la tecnología. En la antigüedad, el desarrollo de la escritura nació del comercio, y el comercio también hizo que los fenicios navegaran por la costa africana, creándose así la primera forma de internacionalismo.

Además de enseñar a los alumnos a aprovechar las ventajas de la tecnología, los pedagogos tienen la responsabilidad de preparar a los ciudadanos del futuro para que afronten los desafíos inherentes al globalismo. Tales desafíos son los que vemos a diario en las noticias: la crisis de los refugiados, la migración, el reparto cada vez más desigual de la riqueza o las presiones del cambio climático global.

El tercer reto concierne a las raíces del IB y es el que ha motivado que muchos pedagogos, incluida yo, seamos primero educadores. El IB fue creado por un grupo de personas que había presenciado los horrores de las dos guerras mundiales. Nació en el International School of Geneva —que a su vez se había creado para servir a los hijos de los delegados de la Sociedad de las Naciones—, con el propósito de transmitir e implementar valores humanos atemporales y de crear un mundo más pacífico.

Creemos que la educación puede crear un mundo mejor si nos centramos en nuestros valores compartidos.

La mentalidad internacional puede parecer un ideal abstracto, pero cualquiera que haya conocido a individuos de diferentes culturas, ya sea en su comunidad local, en el trabajo o de viaje, sabrá que también es un desafío humano entenderse con otras personas, y colaborar con ellas en proyectos, empresas y negocios que pueden beneficiar a mucha gente. La mentalidad internacional hace posibles las conexiones con una amplísima variedad de personas, porque se basa en la tolerancia y el respeto mutuos.

Con el pensamiento crítico ocurre lo mismo que mencioné anteriormente. Es un ideal muy sutil, y también mucho más que eso: es una manera práctica de ayudar a los alumnos del futuro a entender, forjar y mejorar su propio mundo y el mundo en general.

La educación es el único medio con el que se pueden impulsar cambios positivos, y nos debemos a nosotros y a las futuras generaciones proteger y cultivar todo aquello que nos une como seres humanos. Tenemos que sentirnos orgullosos de formar parte de una comunidad de educadores entusiastas y comprometidos.