25 años después del genocidio de Ruanda, tres alumnos comparten la experiencia de visitar un país que ha logrado reconstruirse
“Todos estábamos muy nerviosos cuando bajamos del avión en Kigali (Ruanda). Estábamos todo lo preparados que podía estar un grupo de adolescentes: habíamos visto y discutido Hotel Ruanda, Kinyarwanda y Shake Hands with the Devil, y habíamos leído We Survived”.
“Pero sabíamos que nada podía prepararnos de verdad para la experiencia que estábamos a punto de vivir: las secuelas de un genocidio moderno y contemporáneo que había tenido lugar en el continente en el que está nuestro colegio”, cuentan Carolyn Asante-Dartey, Amanda Dzwair y Tom Lewy, alumnos del Programa del Diploma (PD) del Lincoln Community School de Accra (Ghana).
En este artículo, los tres alumnos cuentan la conmovedora historia del viaje Proyecto Ruanda, que emprendieron con el club de defensa de los derechos humanos de su colegio. Reflexionan sobre cómo el país ha abordado el proceso de reconciliación sociopolítica después de los horrores del genocidio de 1994, cuando los extremistas hutus asesinaron a unas 800.000 personas.
La experiencia de Carolyn: la importancia de la empatía y de compartir el dolor
Kigali: la ciudad de las mil colinas. Un lugar impecable y de extraordinaria belleza, pero con una terrible historia. Al llegar a Kigali, me sorprendió la limpieza de la ciudad y la amabilidad de la gente.
Una de las experiencias del viaje que jamás olvidaré fue la visita a la iglesia de Ntarama, donde se cometió el asesinato de alrededor de 5.000 personas. Entramos en ella y la ropa de la gente seguía allí, sobre los bancos, llena de sangre y barro. Estar tan cerca de sus pertenencias, de su lucha por vivir, me produjo una profunda sensación de tristeza. Sencillamente, no era capaz de entender cómo alguien podía ser tan cruel como para infligir semejante dolor en otras personas.
Ahí me di cuenta de lo peligrosos que podían ser el odio y el desprecio por los derechos humanos. Pero también aprendí algo muy importante: la reconciliación y el perdón son armas muy poderosas. Para que el propósito de “nunca más” se cumpla, todos tenemos que recordar que la defensa de los derechos humanos y la lucha contra las injusticias deben ser nuestra mayor prioridad.
La experiencia de Amanda: la importancia de compartir y cuestionar los relatos
Mi experiencia personal en Ruanda estuvo llena de emociones: unas emociones que me pesaban en sentido literal y figurado. Mis experiencias en Ruanda supusieron para mí todo lo contrario a la expresión popular de “quitarse un peso de encima”. Sentí la pesada carga de contar todo lo que había visto y de crear conciencia, porque se puede perdonar, pero nunca se debe olvidar.
Al regresar de Ruanda, los miembros del equipo compartimos nuestros relatos con los alumnos del Lincoln Community School y la comunidad de padres a través de diversas plataformas. Tuvimos la oportunidad de seleccionar una imagen de gran valor para nosotros y describir brevemente su significado en una asamblea de la comunidad.
La imagen que yo elegí representa la violencia terrible y absurda dirigida a los efectivos de mantenimiento de la paz belgas que dieron sus vidas para proteger las de los ruandeses en Kigali.
La experiencia de Tom: “nunca más”
Todos hemos escuchado la frase “nunca más”, pero está demostrado que para algunas personas tiene un significado real. Es difícil imaginar que el horror del genocidio de Ruanda tuvo lugar hace apenas 25 años. Eso me conmovió. He visitado los campos de exterminio de Auschwitz-Birkenau con el club de defensa de los derechos humanos de mi colegio, pero los genocidios y las guerras que estudiamos habitualmente sucedieron hace tanto tiempo que parecen desligados de la realidad moderna.
Al visitar los lugares donde tuvo lugar el genocidio y observar el funcionamiento de la sociedad, comprendí la importancia de la reconciliación. El Proyecto Ruanda no solo me animó a crear conciencia acerca de los eventos que sucedieron en el país, sino también a transmitir el mensaje de que los genocidios siguen siendo una realidad actualmente, y que no podemos mirar hacia otro lado.
Uno de los momentos más impactantes del viaje fue la visita a la aldea de la reconciliación, donde escuchamos los testimonios de un agresor y una víctima. Mientras hablaban, me invadió una mezcla de emociones porque ambos habían sufrido mucho, y ahora eran capaces de vivir juntos.
Creo que hace falta ser tan fuerte, que no sé si yo sería capaz de afrontar algo así. De algún modo, una sociedad que estaba dividida no hace tanto tiempo ahora está unida, funciona y ha conseguido perdonarse.
Contamos nuestras impresiones para que todos puedan ir y ver con sus propios ojos el progreso de Ruanda para que el propósito de “nunca más” se cumpla.