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El camino menos transitado: los colegios universitarios, una alternativa académica poco convencional

Cada año, invitamos a exalumnos del IB a que compartan sus experiencias, intereses y consejos con nuestra comunidad global en la serie de historias de los graduados. Damos la bienvenida al graduado del Programa del Diploma (PD) del Armijo High School (EE. UU.) Vincent Blake, que nos ha contado por qué decidió estudiar en un colegio universitario y por qué esta puede ser la alternativa más adecuada para algunos alumnos.

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Contribución de Vincent Blake

“En un colegio universitario, no todos los alumnos tienen que optar necesariamente por una carrera convencional”.

Cuando se aproximaba el día de nuestra graduación en secundaria, un reportero del periódico local visitó nuestro colegio para entrevistar a los alumnos del IB que íbamos a graduarnos con matrícula de honor. A todos nos hizo las típicas preguntas para un graduado de secundaria: ¿Qué íbamos a estudiar? ¿Qué becas nos habían concedido? ¿A qué universidad íbamos a ir? Princeton, UC Berkeley, Stanford y el MIT eran solo algunas de las universidades de élite que mis compañeros habían elegido para estudiar sus carreras. Mi siguiente parada, sin embargo, no era ni más ni menos que el Solano Community College of Fairfield, en California.

Había mantenido mis planes en secreto hasta ese momento por el estigma del “decimotercer curso” que azotaba a nuestra competitiva clase de último año. La primera respuesta que solían darme cuando mencionaba el colegio universitario era algo así como “bueno, al menos te vas a ahorrar mucho dinero”. Y en gran parte era verdad, pero como cualquier millennial con un grado universitario, los préstamos para estudiar se ciernen sobre mi cabeza como un nubarrón que crece con los intereses. Pero la realidad es que el colegio universitario supuso para mí mucho más que la reducción de una deuda que podría ser mucho mayor.

Profesores con entusiasmo

“Debido al tamaño reducido de las clases y el sentido de comunidad local que se genera, estos profesores muestran una compasión natural por sus alumnos durante toda su trayectoria educativa”.

Ya sea por carta o por mensajes de Facebook, sigo en contacto con los profesores que conocí en el colegio universitario —más que con los que conocí durante mi carrera de cuatro años en la universidad—. Recomiendo a cualquier graduado de secundaria que busque un paso intermedio o una transición menos brusca a la universidad, que al menos considere la posibilidad de estudiar en un colegio universitario. Al ser centros más pequeños con clases más reducidas, los colegios universitarios ofrecen ese término medio entre las aulas de secundaria, íntimas y cercanas, y los auditorios universitarios, impersonales y abrumadores. Durante toda mi experiencia en el colegio universitario, los profesores se esforzaron por aprenderse nuestros nombres, familiarizarse con nuestros estilos de redacción y pensamiento, y conocer nuestros objetivos educativos o profesionales.

Cuando me trasladé a la UCLA para continuar con mis estudios universitarios, el concepto de “auxiliar docente” me dejó impactado. Los profesores soltaban sus sermones y garabateaban una especie de jeroglíficos en una anticuada pizarra. Nos insistían en que nos dirigiéramos a uno de los auxiliares docentes para resolver cualquier duda o pregunta que tuviéramos acerca del curso. En resumen: que no los molestáramos. Qué gran contraste con los profesores del colegio universitario, quienes animan a sus alumnos a aprovechar las horas de tutoría o incluso a enviarles un mensaje de correo electrónico si no están en la oficina. Debido al tamaño reducido de las clases y el sentido de comunidad local que se genera, estos profesores muestran una compasión natural por sus alumnos durante toda su trayectoria educativa (como promueve el perfil de la comunidad de aprendizaje del IB, pero hablaré de ello en otra ocasión).

Decisiones importantes

Primera semana de clase: “Hola a todos.  Me llamo Vincent y estudio la especialidad de biología”.

Un mes después: “Hola, soy Vincent. Estudio la especialidad de inglés.

Final del primer semestre: “Hola, soy Vincent y no tengo ni idea de nada”.

Antes de trasladarme a la universidad, cambié de especialidad tantas veces que todo el personal de administración se sabía mi nombre. Una de las ventajas de estudiar cursos de educación general de nivel inferior en un colegio universitario es que uno puede llegar con la idea de ser odontólogo y salir dos años después con un grado técnico en artes teatrales. La presión de elegir una especialidad y no desviarse del plan deja de suponer una carga económica o una forma de impresionar a nadie.

Los colegios universitarios ofrecen a quienes todavía no han descubierto su verdadera pasión la flexibilidad de probar clases mientras cumplen los requisitos de educación general para obtener un grado técnico o un certificado de acceso a la universidad. Después de matricularme en un curso de introducción al cine para cumplir un requisito de educación general en arte, descubrí que esa sería mi especialidad “definitiva”. Dejé de sentir la obligación de mantener el cliché de “¡[insertar aquí la disciplina] es mi verdadera pasión!”. Al final, me pareció lógico acceder a la educación superior.

La comunidad del colegio universitario

“Many of my fellow classmates were parents or even grandparents. Others worked full-time and enrolled in evening classes.”

“Muchos de mis compañeros de clase eran padres o incluso abuelos. Otros trabajaban a tiempo completo y se matriculaban en clases nocturnas”.

Algunos pueden considerar la universidad como una burbuja, un microcosmos “del mundo real” al abrigo del ámbito académico. Yo diría que ese no es el caso de los colegios universitarios, porque en los que yo estudié eran todo lo “del mundo real” que puede ser cualquier institución académica. Durante mi etapa en el colegio universitario, tuve la oportunidad de hacer de tutor de alumnos de 18 a 65 años. Muchos de mis compañeros de clase eran padres o incluso abuelos. Otros trabajaban a tiempo completo y se matriculaban en clases nocturnas. Mis compañeros trabajaban los fines de semana para poder pagarse los libros de texto.

Mientras tanto, si nos ceñimos a la formación “convencional”, los alumnos que estudian un grado universitario de cuatro años normalmente tienen entre 18 y 22 años. En un colegio universitario, no todos los alumnos tienen que optar necesariamente por una carrera convencional. Cada alumno tiene sus propias opciones de formación, con independencia de sus orígenes, experiencia, edad, profesión, intereses, etc.

Si bien los colegios universitarios ofrecen una gran ventaja económica en comparación con muchas universidades públicas y privadas de Norteamérica, quienes solo los valoran desde la perspectiva financiera no logran ver la cercanía y la compasión de las que se disfruta al cursar estudios superiores en este contexto. A cualquier alumno que esté a punto de graduarse de secundaria o acabe de hacerlo en la universidad, pero quiera aprender una nueva lengua o habilidad, o simplemente quiera seguir aprendiendo, le aconsejaría valorar los colegios universitarios de la comunidad local.

vincent square

Vincent Blake obtuvo el diploma del IB en su ciudad natal, Fairfield, California (EE. UU.). Después, estudió en colegios universitarios de su comunidad local y, posteriormente, se trasladó a la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), donde se graduó en cine y televisión en 2018. En la actualidad, trabaja en NBCUniversal, pero espera volver a las aulas algún día como profesor de Cine del IB. Puede conectarse con Vincent a través de LinkedIn.

Para conocer mejor a los graduados del Programa del Diploma (PD), eche un vistazo a estas historias de los programas del IB. Si quiere compartir su historia como graduado del IB, escríbanos a alumni.relations@ibo.org. Agradecemos su contribución a las historias del IB y le invitamos a conectarse con nosotros a través de LinkedIn, Twitter y ahora también Instagram.

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