En esta entrevista de dos partes, planteamos a Celina Garza, responsable de integridad académica del IB, varias preguntas sobre la importancia de la integridad académica. Esta segunda parte se centra concretamente en la conducta ilícita y en lo que pueden hacer los colegios para fomentar una cultura de integridad académica en las evaluaciones. Lea el primer blog aquí.
¿Por qué el IB le da tanta importancia a la integridad académica durante las evaluaciones?
Celina: La evaluación en la educación tiene muchos propósitos, desde servir de base para el proceso de enseñanza y aprendizaje, hasta validar las calificaciones o aptitudes aprobadas por los colegios u organismos de evaluación. Sin embargo, las evaluaciones solo pueden ser justas y confiables si reflejan de manera verídica el nivel de logro de cada alumno y si se llevan a cabo de manera legítima y en condiciones equitativas y equiparables, lo que significa que la evaluación debe realizarse con integridad. Si la reputación de un organismo de cualificación se ve empañada por denuncias de conducta improcedente o ilícita, quienes hayan recibido esa cualificación no gozarán de confianza pública.
¿Existe una distinción clara entre una conducta ilícita y no indicar correctamente una fuente?
Celina: Las técnicas de citación de referencias no siempre se conocen bien y, con la abundancia de información que existe en Internet, es muy fácil que los alumnos inexpertos se confundan. En Internet, los límites de la propiedad de la información se difuminan y los alumnos asumen que dicha información es de todos. Es ahí donde surge el plagio involuntario. Por otro lado, el plagio intencionado se produce cuando los alumnos utilizan conscientemente información de otros (a veces, sustituyendo palabras en un intento de parafrasear) sin mencionar la autoría correspondiente.
Si un alumno presenta un trabajo y obtiene el crédito por algo que ha plagiado, ya sea involuntaria o deliberadamente, para el IB tiene las mismas repercusiones porque es imposible conocer la intención del alumno.
¿Está empeorando esta situación por culpa de la cultura de la “enseñanza para el examen” y el hecho de que se confíe en las puntuaciones de los exámenes para juzgar la empleabilidad? ¿Se necesita un cambio sistémico más generalizado para abordar el problema?
Celina: Creo que la naturaleza cada vez más exigente de los exámenes, en particular, que se responsabilice a los docentes y a los colegios del logro de calificaciones altas más que de la impartición de una buena enseñanza, ha creado una cultura en la que los docentes se sienten obligados a “enseñar para el examen” y, por ello, es posible que algunos alumnos busquen cualquier ventaja posible en sus evaluaciones. Sin embargo, este problema no solo incumbe a la educación, como se ve, por ejemplo, en los solicitantes de empleo que hacen afirmaciones falsas en el currículum o en los científicos que manipulan datos para obtener “buenos” resultados y así poder publicar en revistas académicas de prestigio.
Cuando todo lo que pueden ver los alumnos es que se los “medirá” en función de sus logros académicos, también es fácil observar que las universidades y los colegios tienen una batalla difícil por delante. Si los alumnos necesitan calificaciones altas para ingresar en una universidad prestigiosa que es sinónima del éxito, poco importa cuánto se enseñe y ejemplifique la integridad académica en el colegio.
Debe ponerse un énfasis mayor en la calidad de la enseñanza y en el desarrollo del alumno para afrontar los retos del mundo futuro, pero el cambio hacia un paradigma educativo diferente requiere un cambio de actitud respecto al desempeño en sí mismo.
Para aliviar algunas de estas tensiones, se pueden introducir cambios sistemáticos tanto en la educación como en la sociedad, pero no hay una solución sencilla y, siempre que haya competencia, habrá personas que traten de encontrar la manera de obtener una ventaja injusta.
¿Han aumentado los casos de conducta ilícita en los últimos años?
Celina: No, no diría que la incidencia haya aumentado recientemente. Siempre ha habido alumnos que han intentado obtener una ventaja injusta sobre sus compañeros. Sin embargo, lo que estamos notando es la creciente comercialización de las trampas: lo que antes era un acuerdo entre amigos, ahora es un negocio. Al mismo tiempo, disponemos de herramientas nuevas para detectar, por ejemplo, un plagio, con programas de comparación de textos. Estas herramientas no existían hace 50 años y, por aquel entonces, era más complicado detectar los plagios.
Creo que esta novedad también ha cambiado la forma de pensar de la gente; es más fácil empatizar con un padre, docente o amigo que intenta ayudar a un alumno con dificultades a conseguir la calificación que necesita que imaginarse a uno mismo vendiendo ensayos a desconocidos.
Por último, la percepción actual de que algunas trampas son normales (como la compra de ensayos) desplaza la brújula moral en otras formas de conducta ilícita, como la conducta improcedente durante exámenes oficiales.
La conducta ilícita no es nada nuevo y existen muchos casos notables de plagio o falsificación de datos de investigación, por poner un ejemplo. Con lo que contamos ahora es con mejores herramientas para detectar estos casos y difundirlos. Los medios de comunicación tienen un mayor alcance con el apoyo de las redes sociales y, por lo tanto, la sociedad conoce mejor estos casos. Es como si las trampas se hubieran hecho más “visibles”.
Por otro lado, existe un nuevo “oficio” que facilita y hace más accesible la conducta ilícita. Los servicios de “escritores fantasmas” y de venta de trabajos académicos ahora pueden anunciarse como servicios de apoyo para alumnos que tienen dificultades. En el pasado, este tipo de apoyo ya existía, pero era más discreto o lo brindaban los familiares (como los padres que ayudaban a sus hijos).
¿Qué pueden hacer los colegios para ayudar a frenar la conducta ilícita?
Celina: La batalla en favor de la integridad académica realmente se gana o se pierde en el colegio porque es ahí donde los docentes pueden influir positivamente en los alumnos y en sus padres. Al castigar a los infractores, los organismos de evaluación influyen en la percepción que tienen los alumnos del riesgo que conlleva hacer trampas, pero no los convencen de que tal acto es inapropiado.
La mayor contribución que pueden hacer los docentes y los equipos directivos de los colegios es dar ejemplo de integridad académica en todo momento. Si los alumnos ven que sus profesores siempre indican las referencias de su material y que los folletos del colegio incluyen las referencias correspondientes, ellos mismos empezarán a hacerlo en todos sus trabajos.
Un segundo paso sería enseñar integridad académica a los alumnos desde una edad temprana. Los alumnos de ocho años ya son capaces de entender que está mal fingir que el trabajo de otro es propio y, a medida que maduran, pueden participar en discusiones más detalladas (e interesantes) sobre la equidad y la integridad. Los niños entienden lo que significa la integridad, así que enseñar sobre ella y reforzar las actitudes que la favorecen es algo que debe hacerse desde el principio. Los colegios deben modificar las estrategias que adoptan para ofrecer actividades y ejemplos que ayuden a sus alumnos a comprender todo esto a medida que avanzan en el sistema educativo.
Por último, deben tener políticas claras y comunicar las consecuencias de las transgresiones, para así poder tomar las medidas adecuadas contra los alumnos que se comportan de forma ilícita, tanto en las primeras etapas de su educación, para reforzar lo que les enseñan sobre la equidad, como actuando de forma proactiva en la toma de medidas contra las trampas en los exámenes, en lugar de esperar que la entidad examinadora correspondiente asuma la responsabilidad de la difícil decisión que afectará al futuro de los alumnos.
Los organismos de evaluación, como el IB, no deberían tener que afrontar solos la tarea de acabar con las conductas ilícitas, porque no existe ningún sistema que permita detectar todos los casos y formas de hacer trampas. La clave está en la prevención y esta debe empezar en el aula. Los docentes son responsables de enseñar el principio de la integridad académica y de asegurarse de que sus alumnos realizan todas las evaluaciones de forma justa y genuina. Dicho esto, el personal de dirección del colegio también debe mostrar su pleno apoyo, no solo con la instauración de políticas claras, sino también con la capacitación de sus docentes y alumnos.