Cuando Rusia invadió Ucrania a finales de febrero, estábamos en el período de las vacaciones escolares. Cuando volvimos al colegio unos días después, miles de personas refugiadas ya estaban cruzando la frontera hacia Polonia. Al cabo de tres semanas, los portales de noticias informaban de que más de 2,5 millones de personas habían cruzado a Polonia. La mayoría de estas personas eran mujeres y menores que habían dejado sus hogares de forma repentina y con urgencia. Vinieron solo con lo poco que podían cargar (una maleta, una mochila o incluso simplemente algunas bolsas de lona).
Ante esta situación, toda la gente que conozco empezó a ayudar de una manera u otra. Mucha gente empezó a acoger a personas refugiadas de Ucrania, mientras que otros dedicaron tiempo y dinero a diversos esfuerzos e iniciativas. En marzo, acogí a una mujer y su hija en mi casa. La hija y yo congeniamos gracias a Harry Potter (ella era fan de la casa Ravenclaw y yo, de Gryffindor). Tocábamos el ukelele y cantábamos canciones juntas. Descubrí que le encantaba el arte, así que les pedí a mis colegas y a las familias de la comunidad materiales para actividades artísticas y un ejemplar en inglés del quinto libro de Harry Potter. En solo unos minutos, ya había recibido un puñado de respuestas de gente deseosa de ayudar. Se quedaron tres noches antes de dirigirse hacia la frontera alemana para instalarse con una prima. Esta vez, la hija cargaba una bolsa de lona adicional con sus nuevos materiales para actividades artísticas y el libro de Harry Potter. Al principio, pensaba que las personas refugiadas se alojarían en mi apartamento durante varias noches, antes de mudarse a una ubicación más permanente, pero cuando llegó el segundo grupo de huéspedes, no tenían adónde ir y terminaron quedándose durante cinco semanas antes de partir hacia Alemania.
Cuando escribía en Facebook sobre las personas que se hospedaban en mi casa, mis amistades y familiares me preguntaban cómo podían ayudar y me pedían que le diera un buen uso a su dinero. No tenía ni idea de que esto acabaría por tener tanta repercusión. Rápidamente me di cuenta de que necesitaba un sistema de seguimiento y ayuda para determinar cómo utilizar los fondos que recibía. Una parte de los fondos se destinaron a artículos para la higiene, los cuales los alumnos y alumnas del PEP ayudaron a empaquetar para llevarlos a la frontera. También me ayudaron a reorganizar suministros médicos que se enviaron a MARLOG, una organización no gubernamental de Kóvel (Ucrania). Varios colegas y amistades ayudaron a comprar refrigerios y bebidas por valor de miles de dólares y a enviarlos a la Estación Central de Varsovia. Mi colega Kevin y Natasha, una huésped ucraniana, ayudaron a preparar 100 mochilas con artículos escolares que se entregaron a un colegio local de educación primaria en el que había empezado a matricularse a niños y niñas de Ucrania. Cuando Natasha pidió letras adhesivas en ucraniano para poner en el teclado de una computadora portátil polaca que le habían prestado, un estudiante del PD me paró en el pasillo un día, con las pegatinas en la mano, y me preguntó: “¿Es esto lo que buscaba?” (Sí, era eso).
Cada iniciativa se materializó gracias a la labor colectiva de mucha gente, quienes a veces no tenía relación entre sí y de quienes no lo esperabas. La manifestación de apoyo ha sido increíble. Hasta la fecha, he recibido y distribuido USD 67.500 procedentes de 319 donaciones, incluidas las de 3 empresas de cerca de mi ciudad natal que destinaron parte de sus beneficios a recaudar dinero para Ucrania.
Se han puesto en marcha iniciativas similares en todas partes. Mi colegio, el American School of Warsaw (ASW), ha recaudado USD 177.000 gracias a una campaña humanitaria y de recaudación de fondos: #ASWforUkraine. Los alumnos y alumnas del PEP, PAI y PD son una parte esencial de estas iniciativas y muestran un firme compromiso con la ayuda a Ucrania. Investigaron modos de proceder y necesidades en materia de ayuda como parte de la exposición del PEP; diseñaron su propio programa de entrega de comestibles a domicilio como parte del servicio del PAI en acción; e invirtieron incontables horas realizando actividades de voluntariado en el centro de distribución del ASW y solicitando artículos necesarios como parte de Creatividad, Actividad y Servicio del PD. El “equipo principal” de 12 estudiantes del PAI y del PD se reunía todas las mañanas antes del colegio para considerar las peticiones enviadas a través de un formulario de Google, y determinar cómo y cuándo satisfacer dichas peticiones. El alumnado de los tres programas del IB organizó distintos días de diversión, en los que se ofrecieron actividades artísticas, manuales y deportivas para los niños y niñas de Ucrania y sus familias. Muchas familias de nuestros alumnos y alumnas también acogieron a familias ucranianas en sus propios hogares, como, por ejemplo, dos hermanas, una del PAI y otra del PD, que cedieron su habitación a sus huéspedes.
Si hay un auténtico ejemplo de Aprendizaje-servicio (de compasión, empatía, innovación e iniciativa del alumnado), está aquí mismo en el ASW. Y nuestro alumnado parece darse cuenta del importantísimo papel que desempeña en un momento clave de la historia. En junio, cuando me reuní con una alumna del PD para preparar sus solicitudes de admisión universitaria, me preguntó: “¿Puedo escribir sobre cómo ha sido acoger a las familias ucranianas?”. “Por supuesto”, le respondí. Tal vez esta haya sido la experiencia más significativa e impactante de su vida. Siempre la llevará consigo. Además, está estableciendo relaciones con sus huéspedes de Ucrania que probablemente durarán toda la vida. Está aprendiendo que puede ejercer una gran influencia en las vidas de otras personas y que puede marcar la diferencia. Esta alumna está poniendo en práctica los atributos del perfil de la comunidad de aprendizaje del IB, al igual que el resto de estudiantes que lideran o respaldan estas iniciativas.
A través de todo este gran trabajo —este servicio en acción por una causa urgente y tan cercana— espero que estemos educando a una generación de activistas capaces de lograr cosas extraordinarias para hacer de este mundo un lugar mejor, especialmente para aquellas personas que más lo necesitan.
Rebecca Pohl es asesora de secundaria en el American School of Warsaw desde 2019. En junio de 2022, recibió el premio GEM de la Asociación Internacional de Asesoría sobre Admisión Universitaria (ACAC, por sus siglas en inglés) gracias a sus esfuerzos por ayudar a Ucrania. Anteriormente, trabajó como asesora escolar en Zambia, China y México. Si desea obtener más información sobre las labores de ayuda a Ucrania, o si desea participar o hacer una donación, visite la página de Facebook de Rebecca Pohl o #ASWforUkraine. Participe en esta gran iniciativa.