Hemos invitado a un grupo de graduados del Programa del Diploma a que reflexionen sobre cómo han sido sus vidas después de la etapa en el IB y den sus opiniones sobre los temas que prefieran. Este es el tercer artículo de una serie de contribuciones de Sunniva Midtskogen, una de las autoras colaboradoras del grupo de exalumnos de este año.
Contribución de Sunniva Midtskogen
Hace pocas semanas solicité plaza para estudiar un máster, y por suerte no era necesario adjuntar una carta personal. Recuerdo cuando tuve que hacerlo para ingresar en la Universidad de Lancaster, donde estudié mi grado, y no fue nada fácil. La carta se redacta bajo mucha presión; queremos parecer interesantes e inteligentes, como si fuéramos a destacar y contribuir a la constitución de un alumnado variado y dinámico.
En mi última publicación para este blog (disponible solo en inglés) tuve la oportunidad de reflexionar sobre mi experiencia en la universidad, y al hacerlo me di cuenta de que mucho de lo que había aprendido había pasado inadvertido ante mis ojos. Descubrí que me enseñaron a confiar en mi voz, mis opiniones y mis hallazgos, a pesar de que no tenía esa sensación mientras estudiaba. Para este artículo, se me pidió que considerara la idea de un “ensayo de fin de carrera”, donde hubiera que reflexionar sobre la etapa universitaria y que hubiera que presentar antes de obtener el título de grado.
El tema me interesó, porque me pareció útil poder sentarme y pensar sobre lo que había aprendido y cómo había cambiado (desde el punto de vista personal y académico) desde que comencé la carrera. También lo vi como una oportunidad para expresarme con total sinceridad. En una declaración personal para una solicitud, tendemos a “vendernos”, a centrarnos en nuestras cualidades positivas. Sin embargo, en un ensayo de fin de carrera podríamos ser claros; en lugar de destacar nuestras virtudes, podríamos emplear las habilidades críticas y analíticas aprendidas durante el grado y reflexionar sobre los tres últimos años.
En las solicitudes se nos pide que identifiquemos los desafíos de nuestra vida que han forjado nuestro carácter. Siempre pensé que debía tratarse de cambios traumáticos, como el fallecimiento de un padre o un hermano, el incendio de nuestra casa o un accidente grave. Yo he tenido suerte en la vida y nunca sentí haber sufrido ninguna experiencia que alterara radicalmente mi perspectiva o estilo de vida. No hasta que me mudé. Para muchos jóvenes, la universidad presenta la primera oportunidad de vivir fuera de casa.
¿He cambiado mucho desde ese momento? Por supuesto. ¿El cambio se debió a la universidad o al hecho de dejar mi entorno conocido para vivir en el extranjero? Probablemente se tratara más de lo segundo, pero tal vez eso sea parte de lo que debemos aprender en la universidad. Y tal vez sea algo que la universidad olvida con frecuencia.
Había muchos sistemas de apoyo para quienes tenían dificultades con la transición que implica salir de casa, pero creo que no se pensaba mucho en aquellos de nosotros que nos adaptamos sin problemas. Se prestaba mucha atención al bienestar y a la creación de un campus social y saludable, pero había demasiados empleados que se centraban solo en la parte académica. Todos nos graduamos y para muchos, eso supone dejar atrás los mejores años de su vida. Mi padre todavía habla de sus años en la universidad, y yo dudo que alguna vez añore otro lugar tanto como Maine, donde pasé un magnífico año estudiando en el extranjero, viajando y haciendo amigos.
Cuando solicitamos plaza en la universidad, nos preguntan qué tipo de alumnos seremos, y cómo afrontaremos los desafíos, responderemos a los problemas y demostraremos nuestra inteligencia y capacidad de innovación. En algunos casos nos preguntan cómo nos han afectado los desafíos de nuestra vida personal. Sin embargo, ¿qué hay del momento en el que nos vamos? ¿Qué ocurre después de esos tres años, cuando ya sabemos si nos hemos convertido en la persona que prometimos cuando nos admitieron; cuando ya sabemos quiénes somos? ¿Mentimos, fuimos demasiado ambiciosos o teníamos una idea completamente equivocada de todo?
Me di cuenta de que al reflexionar sobre mi grado artístico y lo que había aprendido realmente al estudiarlo, encontré una respuesta inesperada. ¿Pero qué hay de mí, de cómo he cambiado como persona y de cómo estuve a la altura de mis expectativas? Tengo la suerte de que soy escritora y gran parte de mi trabajo consiste en reflexionar sobre mi vida de esta manera. De hecho, mis dos anteriores artículos para este blog fueron reflexiones sobre mi etapa de estudiante. ¿Pero qué hay de los biólogos, los ingenieros y los contables? ¿Cuándo se sentarán a pensar, no sobre lo que aprendieron en su grado, sino sobre lo que la universidad les enseñó sobre sí mismos? Creo que las universidades deberían preocuparse más de quiénes somos cuando nos vamos que de quiénes somos cuando llegamos.
Cada vez estoy más convencida de que este ensayo de fin de carrera es una magnífica idea. La declaración personal que escribimos antes de la universidad se queda en una admisión o un rechazo. No había vuelto a reflexionar sobre ella hasta ahora. Quise leerla y no la encontré en mis carpetas. Lo que sí sé es que no me convertí en absoluto en la persona que esperaba; la vida rara vez es así. ¿Qué gran acontecimiento se produjo en mi vida para cambiar como persona? No puedo atribuir la causa a una sola cosa, sino a muchas, y aun así no estoy segura de que la universidad tuviera algo que ver. De lo que estoy segura es de que mis años de estudiante, el entorno, los lugares y los demás alumnos propiciaron ese cambio.
Sunniva Midtskogen estudió un grado de Literatura Inglesa y Escritura Creativa en la Universidad de Lancaster (Reino Unido). Se graduó en el PD del Bachillerato Internacional en el Sandefjord Videregående Skole en 2013. Le gusta leer y viajar para desconectar de la rutina diaria.
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