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El aprendizaje: un viaje sin destino final

Hemos invitado a un grupo de graduados del Programa del Diploma (PD) (en ingles) a que reflexionen sobre sus estudios y su vida. Lachezar Arabadzhiev se graduó en el British International School Shanghai.

Contribución de Lachezar Arabadzhiev

El aprendizaje es algo con lo que todos estamos familiarizados porque llevamos haciéndolo desde que nacimos. Aprendemos a andar, a hablar, a sumar y a realizar tareas de evaluación interna (esto último, solo en el caso de los alumnos del IB), pero con el tiempo tendemos a centrarnos en habilidades específicas que tienen más valor para nosotros. Cuanto más nos centramos en nuestros intereses específicos, menos entusiasmo despiertan en nosotros las cosas nuevas que se producen a nuestro alrededor; cosas que podrían incidir positivamente en nuestras vidas. La progresión natural de la educación es un buen ejemplo de ello. Empezamos aprendiendo de todo en la escuela primaria (matemáticas, ciencias y humanidades) y terminamos estudiando cosas más específicas (un grado en administración de empresas o tal vez un grado en ciencias). Sin embargo, siempre he creído que no debe darnos miedo explorar lo desconocido. Sea cual sea la especialidad, el aprendizaje verdadero y fascinante se produce con frecuencia en esos momentos en los que estamos fuera de nuestra zona de confort.

En ocasiones, determinadas palabras de moda cuyas definiciones hemos aceptado sin pararnos a pensar en lo que realmente significan pueden obstaculizar nuestro proceso de aprendizaje. Hace poco, tuve la oportunidad de asistir a un desayuno para establecer contactos en la universidad y escuché la siguiente conversación entre dos alumnos de último año:

“¿Te interesa la programación?” –preguntó uno.

“En absoluto, eso no es para mí” –respondió el otro sin titubear.

¿Por qué? ¿Por qué no? Pues bien, la imagen mental que la gente suele tener acerca de un “programador” o la “programación” es la de un alumno de informática que mira una pantalla y escribe el siguiente algoritmo revolucionario que nos salvará a todos de un ataque alienígena. Y aunque fuera el caso (que ya sería raro), el hecho de ir más allá de la palabra e intentar comprender los conceptos que hay detrás de ella es fundamental para aprender una habilidad nueva. De hecho, la denominada “programación” es un concepto multidimensional: hay desarrolladores web que programan sitios web, científicos de datos que escriben secuencias de comandos de automatización, desarrolladores back-end que crean plataformas completas… La lista no termina aquí, pero todas estas personas pueden etiquetarse de algún modo como “programadores”. El mundo de la tecnología es inmenso, y es precisamente por su gran dimensión y complejidad por lo que a menudo las personas prefieren no explorarlo. Temen carecer del tiempo o la capacidad necesarios para hacer un buen trabajo.

Yo siempre he procurado afrontar esos miedos en mi vida y desafiarlos en la medida de mis posibilidades. Al fin y al cabo, un aprendizaje de calidad no tiene lugar de la noche a la mañana; es un proceso gradual que requiere tiempo. Hay dos elementos principales que me han resultado útiles cuando he intentado aprender algo nuevo. El primero es la necesidad de comprender los bloques con los que se construye lo que estamos aprendiendo, ya sea una herramienta informática, un deporte o una lengua; la metodología es siempre la misma. Debemos elegir algo que deseemos lograr y dedicarle tiempo. Recuerdo que quería crear un sitio web que permitiera a los usuarios iniciar sesión y editar las fotografías de su perfil (no es una gran innovación tecnológica, pero algo es algo).

Nunca había desarrollado nada y era un auténtico novato, así que comencé con mi exploración. Con una simple búsqueda en Internet, encontré los lenguajes de programación necesarios para crear un sitio web básico y no tardé en empezar un curso en línea. Hasta aquí todo bien. Evidentemente, el primer obstáculo no tardó en aparecer. Estaba aprendiendo a crear un sitio web pero, ¿qué debía hacer para que el público pudiera verlo? Fue entonces cuando se abrió ante mí todo un nuevo espectro de conocimientos: dominios, alojamiento, funcionalidades del servidor… Cosas que ni siquiera sabía que existían.

Lo más fascinante de los viajes de exploración es que no tienen un destino final.

Para cuando hube terminado mi pequeño proyecto, había adquirido una gran cantidad de conocimientos, no solo sobre el desarrollo de sitios web, sino también sobre cómo la tecnología funciona e interactúa con otras áreas de nuestras vidas. Y esto me lleva al segundo elemento. Con toda esa información, ahora tenía muchas más opciones para explorar y aprender. Al final, mi interés inicial se reorientó hacia la obtención y el uso de los datos en Internet, algo que nunca habría sucedido sin aquel primer intento de desarrollar un sitio web.

Lo más fascinante de los viajes de exploración es que no tienen un destino final. Podemos elegir dónde detenernos y qué observar, y casi nunca nos aburrimos. Si somos curiosos y asumimos riesgos, nuestra mente se abrirá y podremos ver todo lo que hay ahí fuera.


Lachezar Arabadzhiev obtuvo el diploma del IB en el British International School Shanghai en 2013. En 2017 terminó un grado en administración de empresas con una especialización en negocios internacionales en la Universidad de Toronto Scarborough y ahora se dispone a emprender una carrera en el sector de la tecnología. Su objetivo es desarrollar tecnologías que influyan positivamente en la vida de las personas.

Lachezar ha trabajado con el gigante tecnológico Microsoft en Estados Unidos y Canadá, y es cofundador de dos empresas de nueva creación de su propiedad: Kaign, una aplicación de gestión de música, y Volykos, un proveedor de soluciones de carga inalámbrica.

¿Tiene alguna buena historia que contar? Escriba a alumni.relations@ibo.org y obtenga más información sobre la red de exalumnos del IB en ibo.org/es/alumni.