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Trabajo académico y CAS: en el equilibrio está la virtud

La Universidad Nacional Australiana es la primera institución de educación superior del país en adoptar un sistema de admisiones más holístico en el que, además de los resultados académicos, se tienen en cuenta las actividades cocurriculares. Para los alumnos del Programa del Diploma (PD) australianos, estos cambios pueden suponer un incremento en la valía de un título ya de por sí prometedor. El graduado del Pembroke School y alumno de la Universidad Nacional Australiana Nick Bradman comparte sus impresiones sobre el apoyo que brinda el IB a los alumnos que ingresan en la universidad.

Canberra, Australia - March 14, 2014: A woman walks down steps before the John Curtin School of Medical Research at the Australian National University.

Contribución de Nick Bradman

“Lo que en última instancia reflejan estos cambios es que las universidades son cada vez más conscientes del valor de la experiencia fuera del aula y del conocimiento que hay fuera de los libros de texto”.

Para los alumnos australianos de último año de secundaria, el 99,95 es un número muy codiciado. Representa la puntuación máxima que se puede obtener en la clasificación ATAR, un sistema nacional que ordena el desempeño académico de los alumnos según un rango percentil relativo de 0 a 99,95. La puntuación ATAR se obtiene al completar uno de los currículos estatales australianos o al convertir los puntos obtenidos en el PD (45 sería el equivalente a 99,95). Hasta ahora, esta puntuación máxima ha garantizado el acceso a cualquiera de las mejores universidades de Australia, cuyo criterio de admisión se basa casi exclusivamente en la puntuación ATAR del solicitante. Sin embargo, a partir de 2020 esto va a cambiar, por lo menos en una de las mejores universidades australianas.

Los alumnos que soliciten ingresar en la Universidad Nacional Australiana (ANU, por sus siglas en inglés), que está entre las mejores de Australia según la clasificación QS World University Rankings, necesitarán algo más que una buena puntuación ATAR. Pero eso no será problema alguno para los alumnos del IB.

A partir del próximo año, el nuevo sistema de admisión de la ANU introducirá un “requisito cocurricular o de servicio” que obligará a los alumnos a completar una serie de actividades extracurriculares. Una vez alcanzado ese “umbral mínimo”, la admisión se concederá atendiendo principalmente a las puntuaciones ATAR de los alumnos, es decir, que superar dicho umbral no supondrá una ventaja. Las actividades que se valorarán incluyen, por ejemplo, el servicio comunitario y el voluntariado, el deporte y la actividad física, la música y otras expresiones artísticas, el liderazgo escolar, el trabajo a tiempo parcial y determinadas competiciones académicas.

A los alumnos del IB les bastará el programa de Creatividad, Actividad y Servicio (CAS) del PD para alcanzar el umbral mínimo. Para ello, pueden tocar un instrumento musical y practicar un deporte en equipo, por ejemplo. O si lo prefieren, pueden realizar labores de servicio, como participar como voluntarios en una organización benéfica registrada. Eso sería suficiente. De hecho, cualquier alumno del IB alcanzaría el umbral con el programa de CAS.

Si bien muchos alumnos de los currículos estatales también cumplirían este requisito, dichos currículos no incluyen formalmente un equivalente a CAS. Por tanto, los alumnos del IB son los únicos graduados de secundaria cuyo título ya incluye un programa que les permite alcanzar el umbral.

Por supuesto, las ventajas de CAS no se limitan únicamente a la admisión en la universidad; también ayudan a los alumnos a prosperar en ese ámbito. Lejos de ir en detrimento de sus estudios o aspiraciones profesionales, las actividades extracurriculares deben servirles de refuerzo. Para empezar, tener un mundo fuera del entorno académico los anima a mantener un equilibrio en su vida y a gestionar bien el tiempo, lo cual no solo es fundamental para organizarse ante las exigencias de los estudios superiores, sino también para aprovechar todas las oportunidades que puede brindarles la universidad. “Integral” es un epíteto que a menudo se atribuye a los graduados del IB, y hay buenas razones para ello.

A mi juicio, los demás atributos y actitudes que ayuda a desarrollar CAS por medio de sus resultados de aprendizaje también son muy valiosos para cualquier alumno universitario. Se trata de cualidades abstractas, más amplias que cualquier habilidad específica, tales como la perseverancia, la disposición para asumir desafíos y la capacidad de colaborar con otras personas. El IB no necesariamente espera que un alumno llegue a ser un jugador de fútbol profesional o un pianista de renombre, ni que dedique su vida a causas benéficas. Lo que pretende es que los alumnos desarrollen las habilidades personales e interpersonales que se adquieren al jugar en equipo, cultivar con perseverancia un talento y pensar en los demás. “El IB va un paso por delante en el reconocimiento de estas habilidades sociales”, señala Gabi Walldorf-Davis, coordinadora del IB del Pembroke School de Australia Meridional. “Es muy alentador ver que la ANU también las reconoce”.

“Por tanto, los alumnos del IB son los únicos graduados de secundaria cuyo título ya incluye un programa que les permite alcanzar el umbral”.

Lo que en última instancia reflejan estos cambios es que las universidades son cada vez más conscientes del valor de la experiencia fuera del aula y del conocimiento que no proviene de los libros de texto. Brian Schmidt, rector de la ANU, parece estar de acuerdo. “Queremos alumnos con una formación amplia”, señala. “Alumnos capaces de trabajar con diferentes disciplinas, culturas y personas, y de adaptarse a circunstancias cambiantes y nuevos retos”. Sin añadir una carga excesiva, espera que la introducción de este requisito cocurricular —y el alejamiento de la selección basada en “puntuaciones ATAR y nada más”— ayude a orientar a colegios y alumnos. Aunque reconoce que el PD completo no es para todo el mundo, el rector concluye que la sinergia de “un programa académico amplio y una experiencia cocurricular igualmente amplia” implica que los alumnos del IB más brillantes “encajan en el molde de lo que buscamos en la ANU”.

Incluso sin el valor añadido de estos cambios, el PD ya ofrece una cualificación favorable para los alumnos australianos. En la convocatoria de exámenes de noviembre de 2018, la puntuación del IB media de los alumnos australianos fue de 33,2 (una cifra muy superior a la media mundial de 28,6). Con una representación de solo el 15 % del alumnado, Australia también cosechó el 47 % de las puntuaciones máximas del mundo, las cuales se traducen en un pasaporte garantizado a la educación superior en Australia. La puntuación media australiana de 33,2 equivale a una puntuación ATAR de 91, lo suficiente para acceder a unas tres cuartas partes de los cursos universitarios de la ANU.

Los impresionantes resultados de los alumnos del PD australianos también ayudan a explicar el aumento de la popularidad del IB. Aunque los currículos estatales siguen siendo la norma, el número de alumnos del PD alcanzó los 2.700 en 2018, lo que supone un incremento de más de un 200 % con respecto a la década anterior.

Los cambios que va a implementar la ANU podrían incentivar aún más esta popularidad. Una de las razones por las que algunos alumnos descartan el PD es la idea errónea de que, en un sistema como el australiano, regido por las puntuaciones ATAR, el requisito añadido de CAS iría en detrimento de sus estudios. Aunque el umbral mínimo de actividades extracurriculares establecido por la ANU es relativamente bajo, formalizar estas actividades como requisito refuerza su mérito y puede “hacer que los alumnos reconsideren el valor de CAS”, señala Gabi Walldorf-Davis. Estos cambios pueden ser muy positivos no solo para los alumnos del IB, sino también para el propio PD. Por supuesto, el alcance de este beneficio dependerá en última instancia del éxito que tenga el propio experimento de la ANU, y de si otras universidades deciden seguir su ejemplo o ampliarlo.

El rector Schmidt se muestra optimista al considerar que la ANU será un modelo para otras instituciones líderes de Australia. Al hablar públicamente sobre los cambios, los describe como “pioneros”. La prueba definitiva de su éxito será si otras universidades deciden seguir la misma senda. “Si implementamos otros cambios de este tipo, los alumnos del IB pueden tener la seguridad de que estarán bien preparados para afrontarlos”. Por el momento, el futuro de los graduados del IB de Australia, y del propio PD, es muy prometedor.

Nick square

Nick Bradman obtuvo el diploma del IB en el Pembroke School de Adelaida (Australia). Actualmente estudia un grado universitario en derecho y otro en ciencias políticas, filosofía y economía en la Universidad Nacional Australiana. Nick tiene un particular interés en la política, y está trabajando en el senado australiano, ubicado en Canberra. Puede ponerse en contacto con él a través de LinkedIn.

Para conocer mejor a los graduados del Programa del Diploma (PD), eche un vistazo a estas historias de los programas del IB. Si quiere compartir su historia como graduado del IB, escríbanos a alumni.relations@ibo.org. Agradecemos su contribución a las historias del IB y le invitamos a conectarse con nosotros a través de LinkedIn, Twitter y ahora también Instagram.

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