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Juntos tenemos el poder de ser independientemente dependientes

La graduada del Programa del Diploma (PD) Eman Elraie reflexiona sobre la importancia de la diversidad en la comunidad. Esta es la segunda vez que participa en nuestra serie de historias de graduados.

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Contribución de Eman Elraie

“Hasta un único acto de bondad puede debilitar la dureza de la adversidad”.

Mati en sheva yelu. Esta acción no tendrá eco”. Esta es una de mis frases favoritas de la novela Reino de ladrones de Leigh Bardugo. El personaje hablaba de que su pueblo no tenía una expresión para decir “lo siento”, y que en lugar de eso utilizaban una frase para expresar que los errores o las faltas que hubieran cometido no se volverían a repetir ni irían seguidos de otro error: “Esta acción no tendrá eco”. Sin embargo, no encuentro una frase equivalente que se pueda aplicar a las acciones positivas. ¿Qué hay de cuando alguien hace algo bueno en el mundo? Hasta un único acto de bondad puede debilitar la dureza de la adversidad. ¿Por qué no convertimos esta cita en un mantra positivo en el que nuestras buenas acciones creen una reacción en cadena o un efecto dominó?

Me trasladé a otro continente poco antes de empezar el Programa del Diploma (PD). Hasta el primer día de colegio, no había apreciado la magnitud de un término tan sutil como “diversidad”. Pero con el cambio de entorno y la aventura compartida en la que estaba a punto de embarcarme con mis compañeros, empecé a analizarlo más a fondo. En clase de Psicología NS me enseñaron las “dimensiones culturales de Hofstede”, que se utilizan para describir cómo se ven las personas en el contexto de su relación con otras, tanto en el plano individual (individualismo) como de grupo (colectivismo), y cómo estos conceptos influyen en nuestra forma de ver el mundo e interactuar entre nosotros como individuos o sociedades.

La teoría original de Hofstede describe los efectos de las influencias socioculturales en los miembros de una comunidad, es decir, el impacto de la cultura de un individuo en sus comportamientos y valores. Cuando se acabaron las clases y me adentré en el mundo real, empecé a centrarme más en mí. Creía que tenía que ser mejor para que los demás no me superaran. Con el tiempo, sin embargo, me di cuenta de que ser mejor y estar sola no tenía mucho mérito ni valor. Eso sucedió cuando empecé a reflexionar sobre el verdadero significado de la conciencia y a aplicarla en mi vida. Me di cuenta de lo importante que es ser parte de algo más grande y de que así es la vida tal y como la conozco. Puedo transmitir una imagen de independencia absoluta, pero a menos que uno viva en el espacio, ese nivel de independencia no existe. Dependo de otras personas y otras personas dependen de mí para darnos apoyo y ayudarnos los unos a los otros.

“Debajo de todas las diferencias visibles que parecen dividirnos, todos compartimos un valor fundamental: la empatía”.

Nuestras diferencias son lo que nos hacen importantes para otras personas. Si todos fuéramos médicos colegiados, no habría instituciones políticas ni nadie que nos reparara las tuberías, y el mundo entero sería un caos. Sin lugar a dudas, mejorar solamente para mí misma tendrá un efecto positivo, pero ser consciente de que si todos mejoramos tendremos una voz más fuerte y creíble no solo debe considerarse una responsabilidad, sino también un auténtico don. Toni Morrison, novelista y profesora emérita de la Universidad de Princeton, fue un gran ejemplo de esta influencia. Alguna vez dijo: “Si queremos leer un libro que todavía no se ha escrito, debemos escribirlo nosotros mismos”. Animarse a actuar, en cualquier campo, no solo es beneficioso para uno mismo; también puede ser un trampolín para muchos otros. No importa si se trata de reciclar, reducir los residuos, enseñar, prestar servicio comunitario como voluntarios u ofrecer una palabra amable y una sonrisa. Hay muchas cosas que debemos y podemos hacer. Cada vez que me siento frustrada por mi propia pereza me pregunto: ¿Qué es lo que me impide hacer algo ahora? ¿Por qué esperar? No basta con que seamos conscientes de los problemas. Lo que verdaderamente cuenta es actuar para resolverlos.

La revelación llegó cuando escuché a Chris Hadfield, un astronauta canadiense que estuvo 166 días en el espacio, hablar sobre mi planeta, nuestro planeta. En el programa One Strange Rock (“Nuestro planeta”), del canal National Geographic, afirmó que “la Tierra es un lugar. Un lugar compartido”. No importa quiénes seamos, con quién nos identifiquemos o a qué lugar pertenezcamos, “todos somos compañeros y estamos en el mismo barco”. No importa de dónde descendamos, todos compartimos la responsabilidad de ser mejores, no solo con nosotros mismos, sino también con los demás. Desde el principio de los tiempos, hemos interiorizado que cuando se nos reconoce por haber hecho algo bueno, ya sea por nosotros o por otras personas, instintivamente acudimos a nuestros seres queridos para compartir con ellos nuestro triunfo y ver cómo eso los llena de orgullo.

“Animarse a actuar, en cualquier campo, no solo es beneficioso para uno mismo; también puede ser un trampolín para muchos otros”.

En relatos de ficción como El alquimista y en películas como El niño que pudo ser rey y Los vengadores, los protagonistas afrontan situaciones adversas o malas experiencias que tienen que superar para derrotar el mal y restablecer el orden. Sin embargo, por mucho que se empeñen, no pueden hacerlo solos. Necesitan los compañeros adecuados; personas diferentes con habilidades diferentes. Cuando los héroes se unen, nace una fuerza imparable, pero cuando se separan, se pierde toda esperanza. Creo que el mensaje que transmiten estas inspiradoras historias es que debemos unirnos para afrontar juntos las injusticias y el mal, y para hacer cosas buenas, porque la justicia y la bondad no entienden de fronteras.

En cierto modo, nuestra condición de alumnos o exalumnos del IB nos une a todos. Aunque procedamos de diferentes culturas y comunidades, y tengamos diferentes principios y valores, todos compartimos los conocimientos que nos han enseñado y las habilidades que nos caracterizan como miembros de la comunidad de aprendizaje del IB. Crear conciencia más allá de nosotros mismos y reconocer que todos somos caras diferentes de una moneda multidimensional nos ayudará a permanecer unidos. Sin embargo, ese es solo el primer paso de un viaje muy largo. Ante todo, debemos emprender las acciones adecuadas. En la obra El alquimista de Coelho, Melquisedec le dice a Santiago que “cuando quieres algo, todo el universo conspira para que lo consigas”. ¿Y quién dice que ese universo no podemos ser todos nosotros ayudándonos los unos a los otros? Creo que debajo de todas las diferencias visibles que parecen dividirnos, todos compartimos un valor fundamental: la empatía. Si se necesita un símil más gráfico, basta con fijarse en los rayos X, porque debajo de todo lo que nos cubre, todos tenemos el mismo esqueleto. Y eso es sin duda algo que debemos tener en cuenta, porque nuestras acciones sí que tienen eco.

Eman

Eman Elraie es una graduada del St. Christopher’s School (Bahréin). Actualmente estudia en la Universidad de Bahréin, donde cursa la especialidad de lengua y literatura inglesas, y una segunda especialidad en francés. Ha publicado relatos cortos y poemas gracias a una beca de la Embajada de Estados Unidos en Bahréin. Aprovecha cualquier momento para ponerse sus auriculares y soñar despierta con un buen libro. Puede ponerse en contacto con ella a través de LinkedIn.

Para conocer mejor a los graduados del Programa del Diploma (PD), eche un vistazo a estas historias de los programas del IB. Si quiere compartir su historia como graduado del IB, escríbanos a alumni.relations@ibo.org. Agradecemos su contribución a las historias del IB y le invitamos a conectarse con nosotros a través de LinkedIn, Twitter y ahora también Instagram.

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