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Una vida de aprendizajes

Xavier Bofill De Ros, graduado del Programa del Diploma (PD), reflexiona sobre la importancia del aprendizaje en todas las etapas de una trayectoria educativa y profesional, y de transferir conocimientos a través de la mentoría. Este es su tercer artículo en la serie de historias de graduados.

Lifelong learning

Contribución de Xavier Bofill De Ros

En abril de 2014 terminé oficialmente mi último título académico como doctor en Biomedicina. A pesar de esto, siempre he tenido clara mi predisposición a seguir aprendiendo. Aunque el actual modelo educativo nos dirija a especializarnos cada vez más para facilitar el encaje en el mundo laboral, la educación para mí también tiene el objetivo de completarnos como personas y ciudadanos activos en el sentido más amplio. Mucho se ha escrito sobre la educación, pero quiero aprovechar este espacio para hacer algunas reflexiones acerca de la educación como empoderamiento personal, desarrollo profesional y como retorno social en forma de mentoría.

«Probablemente uno de los conceptos más novedosos y que más fuerza ha cogido en las últimas décadas es el de aprendizaje permanente.»

Gran parte del sistema educativo históricamente se ha estructurado como una cadena de montaje, donde al alumno se le van añadiendo cursos de forma progresiva hasta que termina su formación, como un producto acabado. Probablemente uno de los conceptos más novedosos y que más fuerza ha cogido en las últimas décadas es el de aprendizaje permanente. Por definición, el aprendizaje permanente es continuo, voluntario y, a menudo, con el objetivo no de satisfacer una necesidad profesional, sino personal. Esta versatilidad abre una ventana de posibilidades para seguir satisfaciendo el apetito de conocimiento del intelecto. En mi caso particular he profundizado, a través de cursos nocturnos, en áreas como el desarrollo de negocios y las finanzas, que a menudo no se encuentran entre las asignaturas de las carreras científicas y tecnológicas. Además, la educación continua no se restringe al aprendizaje presencial, ya que son muchas las oportunidades de aprendizaje en línea o autodidacta. Esto me ha dado la oportunidad de expandir mi formación en áreas como la programación e iniciarme en el análisis de macrodatos. El valor de esta formación añadida, además de la satisfacción personal de entender mejor la sociedad y las noticias, se ha traducido en un impacto directo en mi trabajo como investigador, y puede que me ayude en un futuro para un cambio de trayectoria profesional o la vuelta a la universidad.

Aunque a menudo pasa desapercibido, el lugar de trabajo es una gran escuela de aprendizaje. El día a día en el lugar de trabajo, ya sea como becario o trabajador a tiempo completo, brinda la oportunidad de aprender conceptos y habilidades que no se encuentran en ningún currículo. Algunas de las habilidades que me parecen más interesantes son: la comunicación efectiva, la adaptabilidad, el trabajo en equipo o el manejo adecuado del tiempo, los proyectos y las prioridades. Tomar como referencia a compañeros con más antigüedad ayuda a coger el ritmo de la empresa. Sin embargo, no es de extrañar que la demanda de estas nuevas habilidades y las especificidades de un trabajo para el que no hemos sido preparados hagan que, al incorporarse al mundo laboral por primera vez, uno sienta el síndrome del impostor. Este fenómeno psicológico se caracteriza por el miedo a no ser apto para el lugar de empleo y por las dudas sobre los logros académicos que nos han permitido llegar hasta allí. Los que hemos pasado por esta situación de falta de confianza en uno mismo sabemos que con el tiempo se termina superando, aunque puede reaparecer al ser promocionado a una posición de más responsabilidad o al proponerse un nuevo reto profesional.

«La educación no termina al acabar el último curso académico, sino que continúa a lo largo de toda la vida a través del aprendizaje a nivel personal»

Por último, quiero destacar el aspecto más humano del aprendizaje en una trayectoria profesional a largo plazo: los mentores y la mentoría. Por muy inteligentes que seamos, siempre hay quienes saben más que nosotros. Establecer una relación personal con gente que ya ha pasado por situaciones similares me ha ayudado a resolver cuestiones concretas, pero también a adquirir la perspectiva de quien tiene una visión más de conjunto de la trayectoria profesional. Además, la búsqueda de la ayuda desinteresada de un mentor o mentora ha hecho que me dé cuenta de la importancia de devolver este favor a la sociedad proporcionando mentoría a personas más jóvenes de la comunidad. El aconsejar me ha ayudado a reflexionar sobre mi propia trayectoria e identificar aciertos y aspectos de mejora de los cuales otros pueden beneficiarse.

La educación no termina al acabar el último curso académico, sino que continúa a lo largo de toda la vida a través del aprendizaje a nivel personal, en el entorno laboral y de mentores que siguen guiando nuestro progreso.

Xavier portrait

Xavier Bofill De Ros recibió el diploma del IB en el colegio Bell-lloc del Pla de Gerona (España). Posteriormente, obtuvo una doble titulación en la Universidad de Barcelona y realizó un máster en la Universidad Pompeu Fabra. Durante el transcurso de su doctorado, trabajó en la ingeniería de vectores virales para la terapia génica. En la actualidad, trabaja en el Instituto Nacional del Cáncer, analizando la función que cumplen los micro-ARN en la regulación génica. En su tiempo libre, le gusta leer sobre ciencia y arte y colaborar como voluntario en ONG locales. Puede conectarse con él a través de Linkedin.

Para conocer mejor a los graduados del Programa del Diploma (PD), eche un vistazo a estas historias de los programas del IB. Si quiere compartir su historia como graduado del IB, escríbanos a alumni.relations@ibo.org. Agradecemos su contribución a las historias del IB y le invitamos a conectarse con nosotros a través de LinkedIn, Twitter y ahora también Instagram.

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