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Los efectos a largo plazo de la cuarentena y el distanciamiento social

Tres meses es mucho tiempo para que los niños no vayan a clase y se vean privados de la interacción con los compañeros de su edad. La revista IB World investiga las posibles consecuencias negativas a largo plazo para la salud mental.

The long-term effects of quarantine and social distancing

Mientras los colegios retoman su actividad tras meses de confinamiento por la COVID-19 (coronavirus) e intentan instaurar una “nueva normalidad”, el distanciamiento social sigue siendo una medida recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) e impuesta por autoridades locales de todo el mundo sin fecha de finalización a la vista. Muchos colegios que han reabierto están tomando precauciones menos desalentadoras, como fomentar el distanciamiento social mediante la reducción del tamaño de los grupos, crear pequeñas “burbujas sociales” y prohibir compartir juguetes y material escolar en el aula.

Sin embargo, ahora que las medidas de confinamiento se están relajando, diversos expertos en salud mental están analizando en qué medida la cuarentena ha sido perjudicial y el posible impacto negativo de un distanciamiento social prolongado. A la hora de evaluar las repercusiones a largo plazo de la pandemia, muchos expertos se muestran más preocupados por el efecto que tendrá en los niños.

Depresión y ansiedad

Aproximadamente uno de cada cinco niños de las ciudades chinas de Wuhan y Huangshi presentaba síntomas de depresión y ansiedad el mes siguiente al cierre de los colegios, según un estudio (solo disponible en inglés) publicado en JAMA Pediatrics. Deberán llevarse a cabo más investigaciones para determinar si los síntomas remiten o persisten a largo plazo.

Otro estudio reveló que los niños y adolescentes son “propensos a sufrir tasas altas de depresión y ansiedad mucho tiempo después de que termine la situación de confinamiento y aislamiento social actual”, según señala la Universidad de Bath (Reino Unido). En consecuencia, prevé que durante los próximos años se podría producir un pico en la demanda de servicios de salud mental, y que es posible que el impacto de la soledad sobre la salud mental dure al menos nueve años.

Helen Dodd, profesora de psicología infantil de la Universidad de Reading (Reino Unido), señala: “Algunos niños y jóvenes pueden necesitar ayuda para gestionar el dolor, los traumas y la ansiedad relacionados con la COVID-19. Es probable que el tipo de problemas de salud mental varíe en función de la edad del niño o adolescente. Por ejemplo, los niños pequeños suelen tener más problemas para afrontar la separación, y los adolescentes pueden tenerlos con la ansiedad social o un bajo estado de ánimo”.

Afirma lo siguiente: “Existen pruebas de que es la duración de la soledad, y no la intensidad, lo que parece influir en mayor medida en los índices de depresión en los jóvenes. Esto significa que, desde luego, es importante volver a un cierto grado de normalidad lo antes posible. Pero no olvidemos que, cuando se trata de determinar los sentimientos y experiencias de los jóvenes en relación con este período, la forma de gestionar el proceso también importa”.

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Helen Dodd, profesora de psicología infantil de la Universidad de Reading (Reino Unido)

En el caso de los docentes y los responsables de la elaboración de políticas que se estén preparando para reanudar gradualmente las clases, Maria Loades, psicóloga clínica del departamento de psicología de la Universidad de Bath y directora del estudio, sugiere que la investigación también podría tener implicaciones importantes en la manera de gestionar este proceso.

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La importancia del juego

En lo que respecta a los alumnos de primaria, Loades apunta que los colegios deben priorizar la importancia del juego para ayudar a los niños a reconectar con sus amigos y adaptarse después de un período de aislamiento intenso.

Los educadores del IB ya son conscientes del poder del aprendizaje a través del juego. Diversos estudios han demostrado que el juego mejora la salud física y mental, tiene como resultado una mejor interacción y desarrolla la función ejecutiva.

La profesora Dodd, que también es una de las expertas en salud mental de la campaña #playfirst, una iniciativa liderada por @playfirstuk para que el gobierno priorice las actividades lúdicas después del confinamiento, coincide.

“Solo cuando los niños están bien emocionalmente pueden aprender de forma eficaz”, afirma. “Por ello, tal vez ahora sea necesario relegar a un segundo plano las clases formales y el progreso académico, pero si se satisfacen las necesidades sociales y emocionales de los niños, a la larga su progreso académico será mejor”.

Y añade: “El distanciamiento social plantea muchas dificultades a los niños y puede tener efectos negativos en su bienestar emocional si se impone de manera estricta y desconsiderada. Los niños se beneficiarán del juego con sus compañeros aunque sea a distancia (por ejemplo, pasándose un balón con el pie), pero lo ideal sería no aplicar este tipo de restricciones. La creación de pequeñas burbujas sociales de niños que puedan jugar juntos sin distanciamiento social parece ser una buena solución a este problema”.

El papel de los padres

Los padres han tenido muchas preocupaciones durante el período de confinamiento, según ha podido constatar Andrew Schwehm, un psicólogo de la ciudad de Nueva York. Se han preguntado cómo pasarán sus hijos al siguiente curso o empezarán en un nuevo colegio, puesto que les inquieta si han desarrollado los conocimientos necesarios estudiando desde casa y cómo volverán a adaptarse a la “vida normal”.

Pero es importante recordar que la preocupación y la ansiedad de los padres influirán en el comportamiento de sus hijos, señala Schwehm. “Los niños son sumamente perspicaces y capaces de detectar lo que les sucede a sus padres. Empezarán a seguir su ejemplo y pensarán que tienen que ser más cautos”.

“A los padres puede preocuparles que la cuarentena y el distanciamiento social afecten de manera negativa a la interacción y las habilidades sociales, pero los niños son increíblemente resilientes”, añade. “Se repondrán muy rápido. Los que tengan problemas para reponerse pueden ser niños que tal vez habrían tenido dificultades más adelante, así que, en cierto modo, la pandemia ha acelerado algo que habría acabado pasando, lo que ha permitido una intervención más temprana”.

«A los padres puede preocuparles que la cuarentena y el distanciamiento social afecten de manera negativa a la interacción y las habilidades sociales, pero los niños son increíblemente resilientes”, añade.»

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Dr Olga Jablonka

Ahora es más importante que nunca que nos comuniquemos con los niños. Los padres pueden jugar un papel fundamental a la hora de reducir la angustia de sus hijos y aumentar su resiliencia ante la crisis actual.

“Les recomiendo que sean pacientes, escuchen a sus hijos e intenten comprender por lo que están pasando”, señala Schwehm. “También les recomiendo que los animen a contarles las dificultades que estén teniendo. Cuanta más atención presten a la situación de sus hijos, más fácil les resultará normalizarla, explicarles por qué está pasando todo esto y por qué las cosas están cambiando, además de ayudarlos a seguir adelante a medida que todo vuelva a la normalidad”.

Olga Jablonka, psicóloga clínica infantil con consulta en la ciudad de Nueva York, añade: “Los padres pueden ayudar a sus hijos a afrontar la crisis de la COVID-19 conversando con ellos para comprender su reacción a la pandemia, reconociendo sus emociones y enseñándolos a gestionarlas. También pueden fomentar las relaciones sociales seguras, limitar el acceso a los medios de comunicación y reinstaurar una rutina para crear una sensación de normalidad, seguridad y predictibilidad. Por último, es fundamental que los padres atiendan a sus propias emociones y den ejemplo de estrategias saludables para gestionarlas”.

“Jugar con sus compañeros es una experiencia única y fundamental para el desarrollo de los niños que se ha visto restringida durante mucho tiempo. Por tanto, los colegios y los padres deben ayudar y animar a los niños y jóvenes a recuperar la interacción con sus compañeros lo antes posible”.

La profesora Dodd desaconseja evitar situaciones, porque cuanto más tiempo un niño evite algo que le provoque ansiedad, mayor será esa ansiedad.

“Si a un niño le provoca ansiedad separarse de sus padres, conviene empezar a introducir períodos de separación lo antes posible, aunque al principio sean breves”, señala Dodd.

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