La revista IB World explora cómo los docentes celebran los errores para que los alumnos desarrollen confianza en sus habilidades de aprendizaje
Como dice la expresión popular: “El fracaso es el mejor profesor de la vida”. Desarrolla la creatividad, la persistencia, las habilidades de resolución de problemas y la conciencia de uno mismo.
En su trabajo sobre la “mentalidad de crecimiento”, la autora Carol Dweck subraya la importancia de superar los obstáculos mediante el aprendizaje de los errores, para evitar que se repitan.
Según Dweck, los alumnos que tienen una “mentalidad de crecimiento” creen que sus habilidades más básicas se pueden desarrollar por medio del esfuerzo, la persistencia y la dedicación. Además, se sienten motivados para asumir riesgos y no le temen al fracaso, sino que lo ven como un elemento necesario para alcanzar el éxito. Por el contrario, los alumnos que tienen una “mentalidad fija” creen que hay cualidades como la inteligencia o el talento que son inmutables y tienden a evitar su desarrollo, con lo que también evitan el fracaso a toda costa y permanecen estáticos.
Si bien sus beneficios son evidentes, las connotaciones asociadas con el “fracaso” son negativas. El miedo al fracaso puede generar una actitud negativa hacia el aprendizaje, según una investigación llevada a cabo por la British Psychological Society. En algunos casos, los alumnos pueden recurrir a medidas drásticas para evitar el fracaso, como el plagio y las trampas.
Sin embargo, los docentes del IB de todo el mundo están ayudando a sus alumnos a comprender que el fracaso es una parte fundamental del éxito, y los animan a asumir riesgos.
El fracaso positivo
Un docente de Georgia (EE. UU.) habla del fracaso el primer día del curso académico.
“Comienzo mis clases de Inglés con una actividad de análisis inicial en la que los alumnos deben realizar observaciones, inferencias y declaraciones sobre una imagen que proyecto en la pizarra. En las breves instrucciones que les proporciono antes de la actividad se incluye el requisito de equivocarse sin miedo”, señala Noah Brewer, coordinador del Programa del Diploma (PD) y profesor de Teoría del Conocimiento (TdC) e Inglés en el Carrollton High School.
Sin duda, esta instrucción resulta sorprendente para algunos y da pie a iniciar una discusión sobre el significado del fracaso en una fase muy temprana de un curso tan exigente como este”.
Con esta actividad, los alumnos hablan de sus ideas, las validan y pueden desarrollar la audacia necesaria para verbalizarlas en discusiones de clase y por escrito.
Y añade: “Comparto con los alumnos mi cita favorita de Samuel Beckett: ‘Lo intentaste. Fracasaste. No importa. Inténtalo de nuevo. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor’. Y luego hablamos de la diferencia entre una cultura que celebra el éxito y otra que celebra un fracaso mejor.
Utilizo los avances tecnológicos y los descubrimientos científicos como ejemplos de áreas en las que el éxito no tiene un significado real. Por ejemplo, si el iPhone 6 tuvo tanto éxito, ¿para qué necesitábamos un iPhone 7?”.
Para los alumnos más jóvenes, los “tableros de errores” permiten presentar el concepto del fracaso positivo. Los alumnos de la Southpointe Academy de la Columbia Británica (Canadá) llevan un registro de los errores que comete el docente, y discuten qué puede aprenderse y realizarse de manera diferente la próxima vez.
El maestro del Programa de la Escuela Primaria (PEP) Tobin Hammerberg señala: “Consideramos los errores y los fracasos como parte del proceso de aprendizaje. Estoy encantado de compartir mis errores con mis alumnos; es una estrategia que humaniza al docente y da licencia a los alumnos para cometer errores.
Hablamos del hecho de que nadie es perfecto y de que no pretendo que alcancen la perfección. Lo que espero es esfuerzo y reflexión. Siempre les digo a mis alumnos que espero que cometan errores, pues estos son la prueba de que aprenden y prueban cosas nuevas”.
Lecciones inolvidables
Brewer va más allá del primer día de colegio y trata de integrar el fracaso en el diseño de las lecciones y el proceso de reflexión de los alumnos.
En la actividad del problema de la caja negra de la unidad de TdC sobre el conocimiento en las ciencias naturales, los alumnos trabajan en equipos para investigar qué hay en el interior de una caja de zapatos negra, a través de la percepción sensorial, la inferencia y la deducción.
A continuación, los alumnos presentan sus ideas y conclusiones, y Brewer decide qué equipo ha presentado la mejor conclusión posible a partir del razonamiento y las pruebas.
“Es una lección dura sobre el fracaso y sobre la naturaleza temporal de todas las conclusiones, ya que no revelo el contenido real de la caja. Les digo a mis alumnos que en las ciencias, como en la mayoría de las áreas del conocimiento, no se puede abrir la caja. Aunque les produce frustración, también se convencen de una forma que nunca olvidan. Los alumnos también reflexionan regularmente sobre sus puntos fuertes y débiles, y comparten estas reflexiones con sus compañeros.
Cuando se dan cuenta de que todas las personas pueden mejorar, dejan de compararse con sus compañeros y centran sus energías en su crecimiento personal, orientado a un propósito”.
Hammerberg coincide en que la reflexión es importante. “Mi parte favorita del perfil de la comunidad de aprendizaje del IB es la relacionada con la reflexión. Nos ayuda a pensar sobre nuestro dominio de las habilidades, los conocimientos y las áreas en las que queremos seguir mejorando. No podría pensar en esas áreas o reflexionar profundamente si no hubiera fracasado nunca”.
Los padres se han mostrado muy receptivos al concepto del fracaso positivo que promueve la Southpointe Academy. “Con frecuencia, utilizo experiencias personales para subrayar una idea. Como gran aficionado a la jardinería, les cuento a mis alumnos las veces que he sembrado tomates demasiado pronto o he recolectado las manzanas antes de que estuvieran maduras. Son lecciones de las que he aprendido, y ahora depende de mí si vuelvo a actuar o no de la misma manera. Puedo reflexionar y aprender o puedo cometer errores de manera consciente. El primer error es libre, pero después es nuestra elección repetirlo o no. Los padres han apoyado este enfoque de la educación y la reflexión”.
Creación de una cultura abierta
El ACS Egham International School de Surrey (Reino Unido) se enorgullece de promover una “cultura de estímulo y apoyo”, según afirma Caroline Hazel, coordinadora del Programa de los Años Intermedios (PAI) del ACS Egham.
El colegio discute los conceptos de fracaso, resiliencia y “mentalidad de crecimiento” en asambleas y sesiones de seguimiento en el marco de un programa de bienestar.
Como parte del programa, los alumnos aprenden “que nadie es perfecto, que está bien pedir ayuda y cómo afrontar los desafíos como oportunidades, y apreciar el proceso de las tareas en lugar de centrarse solo en el resultado final”, señala Hazel.
Kathryn Gruner-Hegge, alumna del PAI del ACS Egham, ha aprendido que fracasar es tan importante como tener éxito, o incluso más, afirma. “Puedes tener unas notas excelentes, pero si nunca fracasas, no sabrás qué es lo importante”, añade.
Los alumnos no deben decepcionarse por sus errores, sino considerarlos como oportunidades para aprender lo que en realidad importa. Porque da igual lo brillante que seas, no se pueden aprender las cosas importantes únicamente con buenas notas.
A los alumnos del Carrollton High School que aún no se sienten del todo cómodos con el concepto de fracaso, Brewer les parafrasea la consigna: “Si no fracasas, es que no lo has intentado”. Al respecto afirma: “Les recuerdo que si el curso les parece fácil, es que yo no estoy haciendo bien mi trabajo ni ellos el suyo”.
Aprendizaje equilibrado
El fracaso es una parte inevitable del proceso de aprendizaje y enseña habilidades para la vida. Pero tan importante como enseñar que “el fracaso es parte del aprendizaje” lo es que los alumnos se esfuercen al máximo según lo permitan sus habilidades.
Brewer señala: “En una clase donde se celebra el éxito, los alumnos que no llegan a ese nivel sufren sus debilidades en silencio. Cuando el alumno que ha logrado la máxima puntuación acapara todos los elogios, el que ha obtenido una nota más baja se esconde en el último rincón, con la esperanza de que nadie repare en él. Creo que si celebramos el riesgo y hablamos del fracaso con naturalidad, creamos un entorno en el que la crítica deja de ser un asunto privado”.
Pero queda mucho trabajo por hacer para mejorar las actitudes hacia los fracasos de los alumnos, sobre todo en lo que respecta a las notas, que según Brewer, castigan “duramente” los riesgos que no terminan en buenos resultados.
Cuando se permite a los alumnos estar por debajo de la perfección, se los elogia por su voluntad de intentarlo de todas formas y se les proporciona el vocabulario y el espacio de reflexión necesarios para realizar una crítica sincera de su propio trabajo, se esfuerzan por ser mejores.