Tomar conciencia de las culturas, lenguas y experiencias internacionales es un aspecto fundamental de la educación del IB. Hemos pedido a varios graduados del Programa del Diploma que nos hablen del impacto de la lengua, las palabras y las acciones en sus vidas y estudios. Esta es la primera historia de una breve serie que hemos titulado La importancia de la conciencia. Obtenga más información sobre la red de exalumnos del IB en ibo.org/es/alumni.
Contribución de Ishanee Chanda
Mi primer recuerdo es de mí misma escribiendo una historia. Estaba echada sobre nuestra mesa redonda de cocina, con la barbilla apoyada en el frío cristal, mientras el lápiz de madera que sostenía en la mano garabateaba líneas caóticas en un papel manchado de café que acababa de rescatar de la papelera. Hoy no podría decir qué estaba escribiendo, ni siquiera si tenía sentido alguno, pero lo que sí puedo decir es que siempre me he sentido como en casa cuando he tenido un lápiz en la mano y una historia en la cabeza.
La primera vez que obtuve una mala calificación en escritura fue en noveno año. Estaba en un curso de inglés previo al PD, diseñado como preparación para satisfacer las expectativas del programa, y mi tarea consistía en analizar un breve relato y escribir sobre él. Me crují los nudillos, elevé la barbilla con arrogancia y sonreí altanera. ¿Escribir? Eso es pan comido. Tres días después, tenía en mis manos lo que solo podía describirse como la peor calificación que había obtenido en mi vida. La conmoción iba recorriendo mi rostro a medida que leía las anotaciones en rojo que salpicaban cada una de las páginas y saltaban a la vista.
“Sé concisa. No estás escribiendo una historia”.
Cuando alguien se pasa la vida escribiendo extensos cuentos de hadas sobre la magia que siempre ha deseado encontrar en el mundo, empieza a creer que todo merece el mismo entusiasmo. Mi familia siempre ha elogiado mis dotes para la escritura, sin criticar nunca lo que ahora reconozco como la imaginación hiperactiva de una adolescente en edad de crecimiento. Esos elogios me habían llevado a pensar que era infalible y que nunca me equivocaba, especialmente en el ámbito de la palabra escrita. Así que esa situación, esa calificación y ese comentario removieron lo más profundo de mi ser. ¿Que no estaba escribiendo una historia? Entonces, ¿qué diablos estaba escribiendo?
Siempre he tenido la firme convicción de que todas las personas de este mundo tienen derecho a hablar. Pueden recibir críticas y respuestas negativas por las cosas que tienen que decir, pero aun así tienen derecho a decirlas. No fue hasta mucho más tarde cuando me di cuenta de que más importante que lo que se dice es cómo se dice. Alguien puede tener la solución para lograr la paz mundial en la cabeza, pero si no la expresa de forma concisa y eficaz, la gente perderá la perspectiva antes de que pueda esgrimir el primer argumento.
Llevo contando historias desde que tengo uso de razón, pero no aprendí a escribir hasta que llegué al Bachillerato Internacional (IB). Cada clase aumentaba el nivel de mis habilidades de comunicación a través de presentaciones orales y cientos de trabajos de redacción. En una de mis clases, nos restaban un punto de la calificación final cada vez que vacilábamos. La presión para hacerlo mejor, hablar mejor y escribir mejor era constante. En cierto modo, parecía un asunto de vida o muerte. Pero visto de otra manera, podía ser el empujón que muchos de nosotros necesitábamos.
Incluso hoy, creo firmemente que mi mayor fortaleza es mi capacidad de comunicación. Tanto si escribo un poema como si ofrezco una presentación ante un grupo de personas importantes, tengo fe en mis destrezas lingüísticas y sé cómo presentar el tema mientras mantengo la atención de todo el público. Siempre me he puesto nerviosa antes de estos momentos importantes, como me ocurrió antes de entregar mi monografía o de comenzar la evaluación interna de Inglés. Pero este nerviosismo no nace de la ansiedad de no saber hacer las cosas.
El IB no solo enseña a tener una opinión, sino también a comunicarla. Ensayos, mesas redondas, presentaciones finales… he recibido formación para todo ello. Incluso ahora, tengo la firme intención de participar en la política pública y servir a mi país, y ese es un campo en el que las cosas que se dicen son mucho menos importantes que la forma como se dicen. La capacidad de hablar con la gente es un arte que el IB siempre ha cultivado muy bien. Después de todo, la comunicación puede atravesar fronteras, océanos e incluso cosas intangibles como los prejuicios. De modo que, a todos aquellos que estén todavía luchando con montañas de trabajos, les prometo que el esfuerzo merece la pena por muchos motivos. Y con suerte, llegará el día en que se sentirán cómodos contando las razones.
Ishanee Chanda acaba de graduarse en la Universidad de Texas A&M. Sus intereses están relacionados con la ayuda a las personas necesitadas, la elaboración de políticas públicas y el estudio de los efectos de la política en el sentido de identidad. También ha escrito en publicaciones digitales como Thought Catalog y Huffington Post.
¿Tiene alguna buena historia que contar? Escriba a [email protected] y obtenga más información sobre la red de exalumnos del IB en ibo.org/es/alumni.