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La educación internacional en un mundo de noticias falsas y las burbujas de filtros

Contribución de Louise Badham

Se dice que vivimos en el mundo de la “posverdad”. En una realidad tan globalizada e interconectada como la nuestra, el poder de las redes sociales se utiliza en las campañas políticas y “la respuesta emocional hace que dejemos de refutar o contrastar la información” (en inglés). En el agitado ámbito de la política internacional, las noticias falsas tienen una poderosa influencia en la opinión pública y los algoritmos de las redes sociales crean burbujas de filtros que muestran “principalmente la información que se ajusta a las actitudes y los sesgos preexistentes” (en inglés). Los prejuicios y creencias se refuerzan hasta tal punto, que incluso hay quien piensa que se ha puesto en riesgo nuestra capacidad de distinguir la realidad de la ficción (en inglés).

En este mundo de la posverdad, la retórica incendiaria se perpetúa a través de las redes sociales, fomentando la división y aumentando la tensión entre estados, culturas y personas. Todo ello socava los principios básicos de tolerancia y unidad que forman los pilares de la educación internacional. En un contexto como este, hay voces que defienden que la educación internacional es ahora más necesaria que nunca.

Además, hay quien sostiene que esa educación puede “frenar las marcadas desigualdades sociales y económicas” y debe “ampliar los horizontes sociales, culturales y políticos a través de la conexión entre personas de todo el mundo”. Esta apertura es una parte central de la educación del IB y de uno de sus principios fundamentales: la mentalidad internacional. Tal y como reconoce Ian Hill, antiguo director general adjunto del IB, en un mundo tan interconectado a través de la tecnología, “la necesidad de comprender y apreciar a los demás más allá de las fronteras nacionales y culturales nunca ha sido tan imperiosa” (en inglés). En la era de la posverdad, la educación internacional debe mantener su compromiso con la mentalidad internacional, a la vez que prepara a los jóvenes para un mundo digitalizado en el que abundan las noticias falsas y la información errónea.

Un reciente estudio realizado en la Universidad de Stanford sugiere que gran parte de los jóvenes de hoy en día no están preparados para afrontar esos retos (en inglés). Se analizaron las respuestas de alumnos de colegios y universidades para evaluar su “razonamiento cívico en línea” (es decir, su capacidad de determinar la fiabilidad de la información que ven en Internet y a través de las redes sociales), y se descubrió que la mayoría de ellos eran incapaces de evaluar la información lo suficiente, y muy pocos cuestionaban la legitimidad de las fuentes, incluso en el grupo de los universitarios. Se concluyó que es necesario “seguir formando sobre la mejor manera de evaluar el contenido de las redes sociales, especialmente cuando ese contenido procede de una fuente con una clara intención política”. Estos hallazgos sugieren que el pensamiento crítico debe ir más allá de identificar “posibles sesgos y errores”, y cuestionar activamente la legitimidad de las fuentes de información, sobre todo en el contexto digital. Estas estrategias se pueden utilizar para “vacunar” a las personas contra los efectos de la información errónea. Nuestra susceptibilidad a su influencia se puede reducir si contrastamos los datos, cuestionamos las fuentes y tenemos una conciencia general del problema.

También hay quien alega que la noción tradicional de “pensamiento crítico” debe ampliarse para ser realmente eficaz. Bowell sugiere que los educadores también deben tener presente la importancia de las respuestas emocionales, lo cual resulta especialmente pertinente teniendo en cuenta que las noticias falsas apelan precisamente a las emociones (en inglés). Por lo tanto, se debe animar a los alumnos a cuestionar cómo y por qué se desencadenan las reacciones emocionales, e investigar la veracidad de la “verdad” que los medios pretenden transmitir. Bowell sostiene que necesitamos una pedagogía que desarrolle “habilidades de razonamiento y argumentación, donde se reconozca y se tenga en cuenta el papel de la emoción en nuestras respuestas y decisiones con respecto al mundo”. Esto es especialmente significativo en el ámbito de la posverdad, donde se manipula al público a través de las emociones con contenidos en redes sociales cuya legitimidad a menudo no se puede confirmar o resulta difícil de contrastar. El pensamiento crítico no se puede considerar un proceso estrictamente objetivo y analítico; también debe incluir una mayor conciencia de nosotros mismos y nuestras respuestas emocionales. Debemos cuestionarnos cómo y por qué se desencadenan las reacciones emocionales, y quién las provoca.

Estas habilidades fundamentales se manifiestan en el Programa del Diploma (PD) a través del perfil de la comunidad de aprendizaje del IB y en el diseño de cada curso. En el curso de Lengua A: Lengua y Literatura del PD, por ejemplo, el concepto clave de la mentalidad internacional se refuerza mediante el estudio de textos traducidos, lo cual “contribuye a desarrollar una perspectiva global y, por tanto, promueve el conocimiento y la comprensión de las diferentes maneras en que las culturas influyen y moldean las experiencias de una vida común a todos los seres humanos”. Además, los alumnos estudian una amplia variedad de tipos de textos, y exploran cómo se utiliza la lengua en diferentes contextos, incluidos los medios de comunicación. Así pues, este curso los ayuda a desarrollar las habilidades de pensamiento crítico cognitivas y efectivas que necesitan para desenvolverse en el mundo moderno. Los alumnos deben analizar textos (en su sentido más amplio, lo que incluye artículos de prensa, sitios web, blogs, poemas, etc.) y considerar aspectos tales como el público objetivo, el propósito, los sesgos ideológicos de los autores y los rasgos estilísticos que captan la atención del lector. Todo esto encuentra aplicación en nuestra vida diaria de la posverdad, en la que debemos analizar el material para diferenciar la información verdadera de la errónea.

Los educadores internacionales tienen la responsabilidad de desarrollar una pedagogía que proporcione a los alumnos estrategias para poder enfrentarse al mundo digital como ciudadanos bien informados. Como custodios de la declaración de principios del IB, afrontamos desafíos que no se podían prever cuando se fundó la organización hace medio siglo. Y aun así, su objetivo central no ha cambiado: crear un mundo más pacífico a través de la educación internacional. Su cumplimiento ahora implica formar alumnos con una mentalidad internacional y con las habilidades de pensamiento crítico cognitivas y efectivas que necesitan para afrontar los desafíos que plantea la posverdad —las noticias falsas y la información errónea— y tomar decisiones como personas bien informadas.


Louise Badham es responsable de la asignatura de Estudios de Lengua y Literatura en el IB y desea expresar su agradecimiento a Tristan Bunnell, quien supervisó la investigación sobre la educación internacional que realizó como parte de su máster. Este blog procede de un ensayo realizado como parte de un máster de la Universidad de Bath.