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Otras personas, con sus diferencias, también pueden estar en lo cierto

Contribución de Robert Harrison

En ocasiones, la declaración de principios del IB puede parecer algo idealista y desconectada del mundo real de los docentes, que se ven saturados de responsabilidades, y los alumnos, que sufren la presión de los trabajos de clase y los exámenes. ¿De verdad la educación puede ayudar a crear un mundo mejor?

La idea del IB siempre ha sido vincular los detalles prácticos de la enseñanza y el aprendizaje con un propósito superior. Lo que importa es la comunidad global de Colegios del Mundo del IB que ponen en práctica estos principios. Juntos, desarrollamos estándares rigurosos y nos hacemos mutuamente responsables de ellos.

Piense en la noble idea de que “otras personas, con sus diferencias, también pueden estar en lo cierto” de la declaración de principios del IB. ¿Cómo podemos integrarla firmemente en la enseñanza y el aprendizaje en los Colegios del Mundo del IB cuando hay tantas desavenencias serias en el mundo? Si somos sinceros, la mayoría de nosotros estamos bastante seguros de que las personas que tienen diferentes valores, opiniones y perspectivas del mundo están equivocadas. Nos gusta rodearnos de personas que piensan como nosotros. Estamos predispuestos a buscar pruebas que confirmen nuestros puntos de vista, y programados para infravalorar u obviar las ideas que no nos gustan.

Hace 50 años, una sencilla teoría del cambio inspiró a los fundadores del IB. Creían que si lográbamos juntar a los jóvenes durante sus años de formación, habría menos probabilidades de que se enfrentaran entre sí cuando fueran adultos. Literalmente, los colegios podrían crear un mundo mejor y más pacífico si enseñaban a sus líderes a superar obstáculos comunes. En la actualidad, muchos programas del IB se siguen implementando en contextos educativos que unen a alumnos y docentes de diferentes culturas y sistemas de creencias en un espacio mixto de experiencias compartidas.

Es importante que los alumnos luchen juntos. Su lucha común puede ser algo tan mundano como aprobar todos los exámenes. Descubren lo que tienen en común: no están solos, pueden cumplir y superar desafíos significativos y hay mucho más en ellos de lo que pensaban.

Pero debido a mi formación en ciencias sociales, también pienso que la misión del IB se integra en el marco de los programas y en los resultados de aprendizaje más específicos. Todos los alumnos del IB aprenden habilidades de los enfoques del aprendizaje que los ayudan a crear y mantener relaciones positivas, resolver conflictos, gestionar la complejidad y afrontar las diferencias. En el Programa de los Años Intermedios (PAI), el Programa del Diploma (PD) y el Programa de Orientación Profesional (POP), los cursos de Individuos y Sociedades requieren que los alumnos investiguen, describan, evalúen y celebren lo que nos une y nos separa. Cuando los alumnos del Programa de la Escuela Primaria (PEP) exploran las unidades “Quiénes somos” y “Cómo nos organizamos”, siguen líneas de indagación transdisciplinarias relacionadas.

En el curso de Psicología del PD, hay una mina de oro de contenidos que se relacionan directamente con estas cuestiones. Actualmente, mi ejemplo favorito es la parte del programa de estudios que explora la emoción y la cognición, incluida la baja fiabilidad que a menudo tienen nuestros propios procesos cognitivos. Los alumnos exploran cómo nuestras ideas preconcebidas y afiliaciones sociales afectan lo que (pensamos que) sabemos, y por qué nos resulta tan difícil cambiar de opinión.

Por supuesto, no todo el mundo puede estar en lo cierto. Algunas diferencias destruyen el espíritu humano y erosionan el bien común. Pero en el mejor de los casos, la educación práctica del IB es un acto de esperanza ante un futuro siempre incierto, en el que tanto alumnos como docentes tendrán que dar lo mejor de sí. Solo el mejor pensamiento crítico y la reflexión más sincera podrán ayudarnos a estar preparados para vivir y trabajar en un mundo complejo y sumamente interdependiente. Eso era verdad hace 50 años, y quizás hoy lo sea aún más.


Robert Harrison es jefe de desarrollo del Programa de los Años Intermedios (PAI).