Cientos de miles de alumnos de todo el mundo han estado faltando a clase para crear conciencia sobre la crisis climática. Sin embargo, ¿no deberían ser los adultos quienes asumieran esa tarea? La revista IB World ha investigado esta cuestión.
“Hay una solución para el cambio climático. Lo único que hace falta es implementarla”, declaró la activista sueca de 16 años Greta Thunberg.
El año pasado, Greta renunció a ir al colegio e inició una protesta en solitario durante tres semanas frente al parlamento sueco. Su objetivo era que los políticos priorizaran el cambio climático y lo afrontaran como una crisis. Así comenzó el movimiento #FridaysForFuture. Desde entonces, Greta ha estado haciendo huelga escolar cada viernes y lo seguirá haciendo hasta que las cosas cambien. Su iniciativa ha motivado a niños de todo el mundo a seguir su ejemplo.
En marzo de 2019, tuvo lugar la mayor manifestación del movimiento #FridaysForFuture: cientos de miles de niños de más de 1.700 localidades y más de 100 países de los cinco continentes no asistieron a clase durante todo el día.
Hace poco, Greta y otros quince niños presentaron una denuncia ante las Naciones Unidas en la que arguyeron que cinco de las principales economías del mundo (Alemania, Argentina, Brasil, Francia y Turquía) habían incurrido en infracciones de los derechos humanos al no tomar las medidas adecuadas para detener la crisis climática que se estaba produciendo. Los niños sostienen que los países han incumplido las obligaciones estipuladas en la Convención sobre los Derechos del Niño. Pero el objetivo de su denuncia no es recibir una compensación económica; lo que quieren es que los países ajusten inmediatamente sus objetivos climáticos y colaboren con otras naciones para afrontar la crisis.
Apoyar las protestas de los alumnos
Joe Seagram, director del Colegio del Mundo del IB King’s-Edgehill de Nueva Escocia (Canadá) participa con los alumnos en las manifestaciones. De hecho, hace poco fletó un autobús para que los alumnos que quisieran pudieran ir a una marcha cercana. La alumna del Programa del Diploma (PD) Katie Goddard, que participó en la protesta, señala que el movimiento #FridaysForFuture ha contribuido a que muchos jóvenes que antes no le habían prestado mucha atención al cambio climático ahora lo consideren una cuestión prioritaria.
“Las protestas constituyen un uso provechoso del tiempo lectivo, pues ayudan a crear conciencia sobre el calentamiento global, y eso es un paso importante para convencer a las personas de que cambien su comportamiento”, afirma.
“Cualquier acción contra el cambio climático, por pequeña que sea, tiene importancia. Aunque hablar de ello en Instagram no tenga una gran repercusión, lo cierto es que ayuda a informar a otras personas sobre el tema. Lo mismo ocurre con las protestas”.
Además de incorporar el tema del cambio climático en varios cursos, el King’s-Edgehill ha apostado por implementar una serie de cambios y ha obtenido la certificación de “Green School” de Nueva Escocia.
Algunos educadores consideran que las protestas, con el absentismo escolar que conllevan, son innecesarias. Cuando Seagram se reunió con otros directores de colegios de la zona antes de que tuvieran lugar las protestas, quedó patente que él era el único que apoyaba las manifestaciones. Recuerda que uno de los directores amenazó con suspender a los alumnos por el mero hecho de publicitar la protesta, y ni hablar del hecho de faltar a clase para secundarla.
“La cultura de los colegios presenta un enorme desafío”, señala Naini Basu, maestra del Programa de la Escuela Primaria (PEP). “Los colegios pueden obstaculizar la agencia de los alumnos si las cosas no se hacen de una determinada manera. En muchas ocasiones, los alumnos quieren propiciar un avance, pero no pueden porque los adultos les dicen que no es posible. Los educadores deben actuar conjuntamente y asegurarse de promover la agencia de los alumnos. Hay una cita de Mark Twain muy adecuada para estos casos: “Nunca permití que el colegio interfiriera en mi educación”.
Y añade: “Estoy completamente de acuerdo con la huelga escolar. No solo no sacrifica el aprendizaje, sino que lo enriquece. Las huelgas y protestas son una demostración perfecta de la agencia de los alumnos. Ellos saben que son importantes”.
En el colegio de Basu, el Town Centre Private Schools (Canadá), los alumnos han estado estudiando plantas e insectos y su función en el ecosistema, lo cual les ha servido de inspiración para crear un “jardín para abejas” en el patio. Algunos alumnos también han empezado a cultivar sus propios jardines en casa.
Propiciar el cambio desde el aula
La exalumna del IB Kerstin Forsberg cree que la iniciativa de Greta es eficaz, y que hay diferentes maneras de defender una causa. Forsberg es bióloga, ecologista marina y fundadora de Planeta Océano, una organización sin fines de lucro dedicada a la conservación y la participación comunitaria en Perú. “Es importante que la gente defienda aquello en lo que cree y Greta está promoviendo precisamente eso, que es lo que necesitamos. Ella es la voz del presente y el futuro. Necesitamos más jóvenes con la convicción y el conocimiento necesarios para defender una causa”.
Forsberg señala que existen diversos canales para crear conciencia. Por ejemplo, Planeta Océano cuenta con un grupo de alumnos que informa a los pescadores de la nidificación de tortugas marinas, lo cual ha contribuido a la investigación sobre las mantarrayas en el océano peruano. La organización trabaja con las autoridades locales para desarrollar sistemas de gestión, planes de acción y políticas de conservación a partir de los avances impulsados por los “científicos civiles”.
“Trabajamos mucho con jóvenes líderes y niños, y organizamos numerosos desfiles y eventos de enlace comunitario en los que salimos y hablamos con la comunidad”, relata. “No participamos en protestas. Nuestro trabajo se basa en la cooperación y la comunicación entre personas, y apostamos por tender puentes entre diferentes sectores”.
“No hay una estrategia única que nos lleve adonde debemos estar. Todas son complementarias. Es importante tener en cuenta la época en la que vivimos y los desafíos a los que nos enfrentamos. Y es fundamental que hagamos algo al respecto. La fórmula dependerá de cómo los niños crean que deben actuar o de las diferentes realidades de sus comunidades y países”.
Los alumnos del Programa de los Años Intermedios (PAI) del Plaza Middle School de Virginia (EE. UU.) estudian la globalización y los recursos como parte de la unidad interdisciplinaria de Ciencias e Individuos y Sociedades.
En clase, los alumnos proponen una idea para una empresa en la que se usen recursos naturales desde una perspectiva económica y ambiental. “Evalúan el impacto económico y ambiental de los recursos naturales seleccionados. El tema está relacionado con el cambio climático, aunque no de forma directa”, señala Anthony Nobles, profesor del PAI.
Por ejemplo, un grupo de alumnos creó un producto que emplea la energía solar para producir agua potable, y otro centró sus esfuerzos en el uso de energía hidroeléctrica procedente de varias fuentes de agua.
¿Es demasiada responsabilidad?
Otros activistas que han aparecido en la prensa son Autumn Peltier, una canadiense de 15 años defensora del agua; Mari Copeny, de 12 años, también conocida como Little Miss Flint por dar a conocer la crisis del agua de Flint, Michigan; Xiye Bastida, una activista de 17 años que lucha contra el cambio climático en Nueva York; y Vic Barrett, un activista de 10 años que también lucha contra el cambio climático.
Todo el mundo tiene la capacidad de promover cambios y ejercer un impacto, a cualquier edad. Sin embargo, cabe plantearse si exigir que se actúe es demasiada responsabilidad para los jóvenes, y si no deberían ser los adultos quienes asumieran esa tarea.
Kumi Naidoo, secretario general de Amnistía Internacional, señala: “Es lamentable que los niños tengan que sacrificar días de colegio para exigir a los adultos que hagan lo correcto. Pero saben cuáles serán las consecuencias de la vergonzosa pasividad que estamos presenciando, tanto para ellos como para las generaciones futuras. Nuestra clase política debería hacer una reflexión profunda sobre esta situación”.
Basu coincide en este punto y afirma: “En una entrevista reciente, Greta declaró que debería estar en casa, estudiando, jugando y disfrutando de su familia y sus perros, en lugar de estar manifestándose por todo el mundo y reuniéndose con dignatarios extranjeros. Los adultos deben poner sus conocimientos y experiencia al servicio de un mundo mejor para las generaciones futuras. Debemos recordar que son esos mismos adultos los que han permitido que estos problemas proliferen”.
Nobles cree que los niños pueden conseguir que el mundo los escuche a través del proceso político, y que exigir que se actúe contra el cambio climático no es demasiada responsabilidad para los jóvenes. “Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad, y la de algunos es mayor que la de otros”, señala.
“En la educación intermedia, los alumnos pueden aprender todo lo posible y compartir ese aprendizaje con sus compañeros, sus padres y la comunidad”.
Y añade: “El cambio climático es responsabilidad de todos. Los alumnos pueden tener la tentación de pensar que nadie les hará caso, pero sus vidas se verán más afectadas por el cambio climático que las de generaciones de más edad”.